Si una persona desea hoy conocer cuál es la norma del español correcto, tiene a su alcance la Gramática, la Ortografía y el Diccionario de la Real Academia Española. Tras haber leído y aprendido y asimilado lo que enseñan las miles de páginas que componen las dos primeras y teniendo siempre a mano el último, estará al cabo de la calle, de una calle que le llevará mucho tiempo recorrer, años incluso hasta interiorizar todo el sistema del español. Para facilitar las cosas, las librerías ofrecen cada vez más compendios, resúmenes o selecciones que permitan al curioso ponerse al día. Como estas normas del español correcto que ahora salen; como esta divertida y breve colección de curiosidades y preceptos de título larguísimo. Todo por la que en unos años será la segunda lengua del mundo.

El libro del español correcto se apoya, como no podía ser de otra forma, en los tres pilares antedichos (Gramática, Ortografía y Diccionario de la RAE) que marcan el español estándar. Frente al habitual comentario de que cada cual habla y escribe como le viene en gana, los varios autores del volumen coinciden en señalar que «la norma de hoy es la que es y es importante que el hablante la conozca, incluso en el caso de que decida no seguirla». Se divide en cinco capítulos, dedicados los dos primeros al español hablado y escrito (muy fluidos, de fácil lectura); a los preceptos o consejos sobre el uso recto, el tercero (el más arduo, amén de extenso, por lo que se dirá); a un muestrario de textos orales, escritos y electrónicos: carta, memorando, currículo..., el cuarto (el más instrumental); y finaliza con las herramientas y los recursos con que cuenta el estudioso del idioma: diccionarios, para qué sirven la gramática, la ortografía... (el más informativo). Es decir, ahí está todo: resumido, ordenadito, con algunos chistes para «corregir con humor» (chascarrillos más viejos que el catarro, todo sea dicho) y con curiosidades tales como la desaparición del término «sintagma», que ya no hay, ya no existe, muerto a manos del vocablo «grupo» o la expresión «grupo sintáctico», después de haber vuelto locas a varias generaciones de estudiantes de Secundaria. Muy útil, pues, en especial el apartado tercero: cuándo debo usar una preposición, cuándo y cómo las conjunciones, etcétera. Muy de consulta. Sin embargo, son varias las pegas que le encuentro al libro.

Primero, tal parece que hubiesen sido escritas bastantes de sus páginas sin corregir el estilo, o sea, en mal español. Por ejemplo, critica mucho (y hace bien) esas rimas que tanto afean el habla o la escritura: «la decisión de la organización sobre la finalización...», pongo por caso. Aconseja el libro evitarlas e instruye al respecto: considera «uso no recomendado» decir «Se ha hecho pública la sentencia de la Audiencia de Valencia», por esa rima en «-encia» tan desagradable. Pero, curiosamente, ofrece como «uso recomendado» la fórmula «La Audiencia de Valencia ha hecho público el fallo del tribunal», con lo que se mantiene esa cacofonía «-encia» en dos casos, sólo se evita uno. ¿Por qué no haber propuesto «La Audiencia valenciana ha hecho público el fallo del tribunal» y así se elimina toda rima? ¿Por qué se inicia un capítulo rimando «Si revisamos cómo usamos el lenguaje...» tan sencillo de evitar con «Si revisamos el uso del lenguaje...»? No son las únicas rimas halladas.

En segundo lugar, me sobran unas cuantas contradicciones. Leo: «El lenguaje, una capacidad que, aunque es compartida con otras especies animales, posee en el ser humano unas características absolutamente diferentes y diferenciadoras: de hecho, es precisamente el lenguaje el rasgo que nos distingue como especie». Si el lenguaje es capacidad compartida con otras especies, ¿cómo es que nos distingue como especie? ¿Habrá querido decir el autor o la autora «el uso» del lenguaje? Pues dígalo. Sigo leyendo: «Los textos son actos complejos en los que intervienen numerosos elementos, lingüísticos y no lingüísticos. Simplificando, podemos decir que un texto consiste en la transmisión de un mensaje o una idea mediante un conjunto de palabras y oraciones». ¿En qué quedamos? Si un texto transmite una idea o un mensaje tan sólo «mediante un conjunto de palabras y oraciones», ¿cuáles son los elementos «no lingüísticos» a los que se refiere el comienzo del párrafo? Una tercera muestra: al explicar que un texto correcto implica «coherencia» y «cohesión» (como así debe ser) se lanza a explicar ambas; pero hete aquí que señala como característica de los textos «coherentes» el que no muestren «contradicciones entre las partes» del mismo... y como características del texto «bien cohesionado» que su autor «no haya incurrido en contradicciones». Pésima explicación, pues, tal como está escrita, son lo mismo cohesión y coherencia.

Sin embargo, hay una tercera pata que cojea: la enorme confusión a que se induce al usuario de la lengua con tantísimas recomendaciones que no prescripciones, consejos que no órdenes, normas que no uso potestativo, dualidades permitidas o permisibles... Son multitud y sólo crean lío. Era obligatorio hasta hace nada: «la Policía se incautó de...»; ahora, se permite la transitividad del verbo: «la policía incautó...». Se insistía en la diferencia entre «a donde» y «adonde» (sin antecedente en el primer caso: «nos dirigimos a donde ha dicho» / «el lugar adonde nos dirigimos»): ya no la hay, valen las dos. Pero, en otros casos, no valen otras dos, pero quizás en unos meses decida la RAE que sí valdrán. Creo firmemente que se ha aumentado la confusión basándose en una pretendida libertad de uso.

El otro libro aquí comentado (el Compendio ilustrado y azaroso...) se lee muy bien: son pildoritas con curiosidades y anécdotas (la palabra más larga, la bisílaba más larga, el origen de algunos términos...), aunque frenan mucho la lectura los apartados normativos (el uso de los dos puntos, de la coma...), tan largos en comparación con el resto. Léase como entretenimiento, téngase a mano para consultar. Y, sobre todo, sigan ustedes con la lectura de los clásicos: la mejor manera de aprender el uso correcto del español o castellano.