Toshimi Nakai, escritor y profesor en Mikawadai (Nagasaki), comienza a interesarse por la figura del médico, especialista en radiología, y escritor Takashi Nagai, superviviente de la masacre que causó la bomba atómica arrojada sobre la ciudad de Nagasaki. Tras la obra encontramos al hombre, la humildad de una persona sencilla que transformó su vida en ayuda al prójimo, no sólo en discursos o versos donde otros se anclan, sino convirtiéndose él mismo en instrumento práctico para cicatrizar heridas, para que el desierto y el horror determinado por otros fuese fértil de nuevo («No paró de escribir libros y cartas hasta su muerte, el 1 de mayo de 1951, con 43 años, y lo hizo para animar a sus compatriotas a rehacer su país y amar la paz. Los libros del doctor Nagai conmovieron a millones de japoneses e inspiraron varias canciones y películas. Algunos de sus libros han sido traducidos a varias lenguas, y su pensamiento y ejemplo han hecho vibrar a gente de todo el mundo»). Un año después de su muerte se inaugura la Biblioteca Takashi Nagai, que más tarde se convertiría por el éxito de público y visitantes en el Museo Takashi Nagai, y en julio de 1986, su enfermera y mano derecha, Shishono Hisamatsu, funda la Asociación Nyoko de Nagasaki. Historia y figura excepcional, la de este hombre, que nos ayuda a conocer muy a fondo la minuciosa traducción de Fernando Acaso Gómez, que nos ofrece todas las referencias necesarias para situar en su justo lugar su obra y voz.

Nagasaki se convierte en un duro y estremecedor campo de batalla: «Todos los edificios que se encontraban a menos de un kilómetro del epicentro se derritieron; y de los que estaban a menos de dos kilómetros, el 80% ardió y se derrumbó». Imprescindible recordar que de «una población de 240.000 habitantes, dos terceras partes -unos 150.000- murieron o quedaron gravemente heridos». Ahí demuestra su fuerza el hombre, o su pobreza, también, y ahí revela su elección el ser humano. El doctor Nagai se ocupa de los heridos mientras su herida en la frente sangra de modo ininterrumpido, hemorragia que no cesará hasta poco antes de su muerte. Su leucemia continúa avanzando, pero el doctor Nagai no se rinde, no ante su vida, sino ante la del prójimo: «La gente decía que en setenta años no volvería a crecer la hierba en Urakami, pero el doctor Nagai, como especialista en radiología, se sintió en el deber de medir los efectos de la radiación usando instrumentos de precisión, que proporcionaran un dictamen medioambiental más certero». Sus parientes y amigos construyen entre las ruinas lo que se convertirá en su centro de operaciones: «Takashi la bautizó como "Nyokodo", usando una palabra que aparece en el famoso precepto de la caridad: "Amar al prójimo como a uno mismo"». Historia de un hombre, de la humildad de un hombre, de un superviviente que logró vencer a la nada con el más firme convencimiento: «Lo que edifica la paz no son los congresos y simposios, sino la fuerza de un amor sencillo y sincero».