Unas cuantas preguntas: ¿sabe usted que una «búsqueda faceteada» es la que se realiza en internet a través de filtros por tipos de contenido? ¿Está al tanto de que si le piden resolver un «captcha» le están exigiendo que use una herramienta utilizada para acceder a determinados servicios de una página web con la finalidad de distinguir entre máquinas y personas? ¿No se le oculta que «banner» es un anuncio publicitario que aparece en una página web y que suele enlazar con el anunciante? ¿Es cierto que una versión «beta» es la que se ofrece como prueba de un programa, preparada para que los usuarios lo examinen? ¿Un «add-on» no es más que un complemento para poder ver o ejecutar material multimedia de distintas fuentes? ¿Ha aprendido que el «crowdsourcing» es la tendencia a generar grandes comunidades alrededor de un tema de interés? O, mucho más elemental, ¿es verdad que «clicar» consiste en presionar el botón del ratón con el objetivo de que haya una reacción en el computador? Aunque haya usted dado con la respuesta correcta a las precedentes cuestiones, es posible que siga necesitando este libro.

Curioso: se presenta en formato papel a la venta, pero habla de los formatos no empapelados. Dividido en dos grandes bloques (uso cotidiano y uso profesional), aspira a contarle todo lo que necesita saber en cuanto al léxico de los internautas, los secretos de Twitter y otras redes, le dará consejos y trucos para navegar frente a cualquier pantalla que use, y le añade unos anexos de uno de los cuales están tomados los términos, un vocabulario básico cuyos significados se piden en el párrafo anterior. Es decir, es este libro una herramienta para usar las herramientas de internet, para saber, por ejemplo, que la lectura en pantalla se hace «de forma multilineal, escaneando el texto de arriba abajo. Por ello, se debe cuidar especialmente la parte superior de la página y el titular de los textos». Pero también advertencias de extrema utilidad; así, las diez claves para comunicarse de modo efectivo en la red: conocer a la audiencia, no olvidar que el usuario utilizará un tiempo limitado de lectura, facilitar titulares, ladillos y palabras clave, redactar textos breves y claros, emplear un español neutro, adaptar el mensaje al dispositivo electrónico que se use, cuidar forma y ortografía del contenido, corrección del lenguaje al escribir sobre temas sensibles, cuidar la «netiqueta», o sea, respetar aportaciones ajenas; cuidar el estilo. Todo ello, encaminado a la consecución del primordial fin: alcanzar una buena reputación digital. He ahí la madre de todos los corderos y el loable propósito que justifica la unión de tantos especialistas en este manual: no confundir internet (una herramienta) con un juguetito inocente (no lo es) cuyo uso se queda en el ámbito privado (constituirá nuestro futuro DNI real, acaso).

¿Está destruyendo internet el español o cualquier otra lengua a base de abreviaturas, signos convencionales para iniciados, esqueletos consonánticos, onomatopeyas?, acortando, empobreciendo? Tengo para mí que siempre el hablante elige el nivel de lenguaje que mejor se acomoda, según su apreciación, a la situación comunicativa en que se encuentra: un nivel culto, el formal, un nivel coloquial o (si es muy bruto) el vulgar. Pues, bien: frente a la pantalla que toque, lo mismo. ¿Por qué alargar un mensaje de móvil con retórica innecesaria si a quien lo va a recibir le bastan «esqueletos» como «k tal stas»? ¿Lo entiende y lo sabe descodificar? Vale entonces. Ahora, bien: el lenguaje se empobrece, se arruina y revienta cuando quien escribe en una web o un «whatsapp» solo conoce un nivel de uso del lenguaje y, por lo tanto, no puede elegir, sino que debe arreglarse con lo único que domina: la vulgaridad esquelética. Es, pues, un asunto de capacidad del emisor, no de la herramienta. Lo malo, lo que arruinará nuestra reputación digital, es escribir en una web o en un blog como si fuera un mensaje urgente? porque no conocemos otro registro, otro nivel de uso del lenguaje. Tascón y sus colaboradores nos enseñan cómo funciona la llave inglesa: si no sabemos cómo va el motor, de nada nos sirve.