La revista en asturiano «Campo de los Patos» dedica casi íntegramente su tercer número a la poesía norteamericana. Son más de 300 páginas que incluyen traducciones que abarcan desde Walt Whitman hasta Sherman Alexie, precedidas de dos ensayos introductorios, escritos por los poetas Martín López-Vega y José Luis Argüelles, y un artículo que repasa las más recientes antologías publicadas en Estados Unidos, obra de Carlos Ardavín.

Se trata de la primera parte de un dossier consagrado a la tradición poética más influyente de las últimas décadas, así que no cabe ver en ella vocación de exhaustividad, sino de cumplido homenaje a algunos de los hitos de su historia. El resultado, no obstante, es más que satisfactorio, y en algunos momentos, verdaderamente memorable; así, la traducción que Xuan Xosé Sánchez Vicente ofrece de «The lake isle», uno de los poemas más conocidos de Ezra Pound.

De gran interés son también las secciones tituladas «10 poetes modernistes norteamericanos», a cargo de Héctor Fernández, y «Barres y estrelles», con versiones de Jaime Priede y Antón García, director de la revista. La primera nos brinda la oportunidad de leer a autores escasamente difundidos en la Península, como John Gould Fletcher, John Crowe Ransom o George Oppen; en la segunda, los traductores abordan en asturiano a los mismos poetas que Priede ha ido trasladando al castellano en los últimos años: Masters, Carver, Mary Jo Bang, Anne Michaels y Robert Hass, entre otros.

Esta primera parte del dossier también incluye una pequeña muestra de la obra de los poetas del Black Arts Movement, con su jefe de filas, Amiri Baraka (LeRoi Jones), a la cabeza, en versiones de Iván Cuevas, así como secciones individualizadas para mostrar el trabajo, vertido al asturiano, de pesos pesados como Whitman, Emily Dickinson, Marianne Moore y Frank O'Hara, y de otros más ligeros: Weldon Kees, Linda Pastan, Lucille Clifton, Ted Kooser o Billy Collins.

La combinación de secciones colectivas y secciones individuales hace inevitable la repetición de algunos nombres, que aparecen traducidos dos veces; es el caso de Moore, Hart Crane y Raymond Carver. Y, sin embargo, no asoma por ningún lado la poesía de Edgar Allan Poe, salvo para decir, como hace Argüelles en su ensayo, coincidiendo con Eliot, que la importancia capital del autor de «Morella» reside más en su teoría poética que en sus versos. Cierto, pero eso no obsta para que alguna de sus piezas pudiera figurar -de hecho, debería- en el dossier.

Que Poe engendrara el simbolismo europeo con su teoría del arte como efecto, como clima, no significa que «El cuervo» no sea un poema americano, escrito por un americano en América. Además, creo, podría sonar de maravilla en asturiano.