Vicente Pastor (Barcellina, Valdés, 1956) regresa con sus últimas creaciones pictóricas a Gijón. "Entropía" es el título de la muestra que presenta en la galería Nómada, un recorrido por varias series realizadas tras una estancia de cuatro meses en Viena. De la ciudad austriaca regresó con una energía renovada y el mismo interés de siempre por seguir experimentando e indagando con todo tipo de materiales, esa forma de trabajar a la que Pastor se apuntó hace ya muchos años y en la que la propia experiencia vital tiene mucho que decir a la hora de poner manos a la obra.

En este caso, reúne un conjunto de piezas, en su mayoría integrantes de diferentes series y de pequeño formato, que alterna con otras cinco de tamaño grande. Estas últimas suelen ser parte del propio soporte sobre el que se realizaron las anteriores. Con esta fórmula de trabajar, entronca con la "Entropía" que da título a la muestra. Un nombre que le viene al pelo porque, como señala el artista plástico y arquitecto César Barrio en el catálogo, la exposición se titula así "debido a la fuerte relación que existe entre el proceso creativo que sigue el artista y el concepto científico en sí. Cuanto más caos se produce en la obra, cuanta más destrucción, más densidad se genera en la misma", subraya.

Parte de ese comportamiento, de esa forma de entender la creación plástica, queda patente en una obra que nace a partir de sencillos tableros de OSB para componer todo un itinerario en el que van surgiendo las piezas como capítulos de una biografía o imágenes de un largo viaje.

Artista intuitivo, singular y polifacético, Pastor se ha servido desde sus inicios de los distintos medios artísticos, instalación, vídeo, land art, intervenciones urbanas... que ha combinado con una forma personal de entender la pintura. Sus cuadros no son lienzos al uso, son creaciones más complejas y vivas a las que llega a través de materiales distintos, desechables o reutilizados. En este caso, utiliza el tablero como soporte y los pigmentos naturales en polvo para conseguir unas tonalidades a las que incorpora en muchas ocasiones restos del propio soporte que imprimen un volumen propio a la obra.

En las pinturas que se pueden ver en Nómada está presente una forma de hacer que busca transformar el soporte a fuerza de trabajarlo hasta cambiarlo y romper la composición del cuadro para más tarde acabar rompiendo el propio soporte. Para conseguir esta especie de caos que alienta su creatividad recurre a todo lo que está en su mano, ayudándose de sierras o discos que le permiten meterse "en la propia materia" en busca de ese orden "que también puede tener la entropía" o, como dice César Barrio, "llegar a ese límite en el que creación y destrucción se confunden".

Aunque la obra fue realizada siguiendo el orden cronológico que presenta el catálogo, el espacio de la sala ha sido el que impuso la forma de presentar las obras, una manera de rienda suelta a una de las más claras tendencias artísticas de Pastor, siempre interesado en intervenir en el espacio, como ha demostrado en las instalaciones realizadas para distintos espacios culturales.

Las obras de Nómada surgen tras una estancia en Viena, pero tienen poco que ver con la ciudad y su intensa vida cultural. Están, como viene siendo habitual, en la trayectoria del artista mucho más próximas a la naturaleza, a la tierra y al entorno de su casa asturiana, sin que eso impida ciertas reminiscencias de viajes y experiencias nuevas. Están en estos cuadros los verdes del campo valdesano, los azules y los blancos del Cantábrico, los ocres del otoño y hasta los grises tan frecuentes en el occidente asturiano. "Son pinturas que se nutren de vivencias, de sentimientos", comenta el artista, siempre tan dispuesto a salirse de lo convencional y buscar nuevas vías de expresión para mostrar esa manera de entender el arte como un reflejo de la vida. "Como ella se crea y se destruye constantemente", afirma.

Vicente Pastor tiene tras de sí una extensa trayectoria que se inició con su primera exposición a comienzos de los ochenta. Desde entonces no ha dejado de trabajar fuera y dentro de nuestro país. Viajero asiduo, son muchas las ocasiones que decidió asentarse en cualquier lugar que le llegue al corazón para reposar la mirada en otros paisajes, cargarse de energía y transformarla más tarde con esa forma suya de crear a partir de "lo que deja la marea".

El sur de Portugal, Lisboa, París y ahora Viena son algunos de los lugares en los que ha instalado su casa y pasado largas temporadas. Tiene buen recuerdo de su última estancia austriaca, donde pintó y vivió de su pintura. Ahora planea repetir experiencia y regresar a un ambiente artístico que lo ha sorprendido por su vitalidad.