Mario Vargas Llosa ponía el foco -el pasado domingo en su artículo quincenal en un diario nacional- en un aspecto muy desconocido del patrimonio cultural hispano: el musical. Recorrió el escritor en Bolivia, en la zona de Chiquitos, con ciudades de hermosas iglesias de la época colonial y apreció el carácter de las gentes de la zona. Pero un aspecto le llamó poderosamente la atención: el absoluto protagonismo que la música tiene en la región, no como algo del pasado, sino como un elemento vivo, combativo y beligerante para los habitantes de la Chiquitanía. Su estudio, conocimiento y puesta en práctica es un hecho normal y esto lleva a que haya ahora decenas de jóvenes estudiando música en Buenos Aires, París, Viena, Berlín o Madrid, según explica el escritor.

Esta tradición tiene un origen hermoso, las siete décadas en las que los jesuitas evangelizaron esta parte de Bolivia, durante el siglo XVIII, hasta su expulsión. La marcha de la orden no significó el abandono de la enseñanza musical en la que tanto se esforzaron uniendo las músicas de las dos orillas, en una hermosa mixtura que ha fusionado ambos mundos sonoros con magníficos resultados. En la zona se conservaron ¡5.000! partituras. Todo un milagro que ahora se conserva, digitalizado, en el Archivo de Concepción y donde el padre Piotr Nawrot va editando poco a poco ese ingente legado.

Desde nuestro país tenemos aún una gran deuda pendiente con nuestro patrimonio musical. Siempre ha sido la cenicienta del mundo de la cultural. Mientras se aprecia la difusión continua, a nivel mediático, que tiene el cine por ejemplo, la música está muy atrás todavía y quizá nunca recupere el lugar que le corresponde porque la tragedia de los planes de estudio lleva a un desamparo absoluto y propicia generaciones continuas a las que se les ha hurtado la posibilidad de tener acceso a uno de los elementos básicos de su cultura.

De ahí que sean especialmente dignas de alegría estas noticias que llegan de Iberoamérica, de Bolivia, o de Venezuela, con el Sistema de Orquestas que comanda Abreu y que es un ejemplo para el mundo de cómo la música es, además, factor de cohesión social y de igualdad, si se sabe difundir de la manera adecuada. Un trabajo más exhaustivo para el conocimiento de ese legado sería indispensable por parte del Ministerio de Cultura de nuestro país. Estamos hablando de un patrimonio que nos incumbe como nación, al que estamos ineludiblemente entrelazados. Como explica Vargas Llosa "las melodías y composiciones que contenían aquellas partituras venidas del fondo de los siglos se escuchan ahora en todas las aldeas de la región, interpretadas por orquesta y coros de niños, jóvenes y adultos que las tocan y entonan con la misma desenvoltura con que bailan sus danzas ancestrales, añadiéndoles una convicción y una alegría emocionantes". Y esto es lo verdaderamente relevante, la vitalidad y la importancia de un acervo que nos une.