La publicación de Lo que sé de Glafcos Zrasakis, del escritor griego Vasilis Vasilicós, se ha convertido en uno de los fenómenos editoriales del inicio de 2014. Pese a ser uno de los autores más aclamados de su país, faltan las traducciones directas desde el griego al español. De ahí la expectativa ante una novela que ocupa, además, un lugar central en la obra de alguien que ha frecuentado con éxito todos los géneros: poesía, teatro, relato. El libro ha sido publicado por el sello gijonés Hoja de Lata y la traducción es del también asturiano Ángel Pérez (Amieva, 1977), licenciado en Filología Clásica por la Universidad de Oviedo y profesor de español en Ioánnina. Vasilis Vasilicós (Cavala, 1934) es conocido internacionalmente por ser el autor de la novela Z, en la que se inspiró su paisano el cineasta Costa Gavras para hacer en 1969 la exitosa película homónima, con guión de Jorge Semprún. Exiliado tras el golpe militar de los coroneles, en 1967, y embajador de su país ante la UNESCO desde 1996 a 2004, el novelista estuvo ayer en Oviedo y Gijón, donde presentó, en sendos actos en el campus de El Milán y en la Biblioteca Pública "Jovellanos", el que está considerado como su título más personal. Ofrece ahí una escritura en la que ha estado embarcado durante años y con la que entrega al lector un aguafuerte de la Grecia contemporánea.

-Ha optado por publicar la versión definitiva de Lo poco que sé de Glafcos Zrasakis en español antes o casi al mismo tiempo que en Grecia. ¿Por qué?

Ha sido una elección en la que ha influido el editor español y de la que me alegro mucho porque, además, se ha hecho en un tiempo récord.

-No hay muchas traducciones directas de sus obras desde el griego al español. Es el caso, bastante inexplicable, de Z.

Se publicaron algunas obras en los años setenta, cuando yo estaba más de moda, pero no son tan conocidas y, como usted dice, no se han traducido directamente del griego. Lo poco que sé de Glafcos Zrasakis es la primera que se traduce del griego.

-¿Quedó satisfecho con el guion que hizo en su día Jorge Semprún de Z?

Mucho. De alguna manera yo estaba bloqueado por el éxito de aquel libro. Él leyó el manuscrito porque aún no circulaba la novela en Francia. Semprún, a quien ayudé y que tomó algunos elementos de los sucesos del Mayo del 68, tuvo toda la libertad del mundo para hacer su texto. Creo que se nota; es algo que no le ocurrió por ejemplo con La confesión (película también de Costa Gavras), sobre la conocida biografía de Artur London.

-Lo que sé de Glafcos Zrasakis le ha acompañado largos años. ¿Es la obra de su vida?

Bueno, no de toda la vida. Surge en una década que es muy importante para mí, durante la dictadura de los coroneles en Grecia y su caída. Los críticos dicen que es mi gran obra, mi opus magnum. El personaje del libro me dio una gran libertad de escritura, aunque quiero decir que existen tres libros que me influyeron, La verdadera vida de Sebastian Knight y Pálido Fuego, de Nabokov, y El idiota de la familia, de Sartre. Éste hace la biografía de Flaubert al tiempo que habla de sí mismo, es la imagen de los dedos índice y pulgar tocándose.

-¿Cuánto hay de autobiográfico en Lo que sé...

Sólo el 10 por ciento. Usted esperaba que dijera el 90 por ciento, ¿verdad? Le diré que ahí hay muchas cosas que he vivido, pero a través de los demás. La fui escribiendo en una época en la que tenía esa capacidad de ver a través de los demás.

-¿Ha perdido esa capacidad de empatía?

No lo sé, pero esta novela es una autobiografía por medio de los demás. Lo que es totalmente autobiográfico es el regreso de Zrasakis a su país.

-Escribe en el libro: "... no puede haber libertad individual independiente del discurrir histórico". ¿No hay verdadera literatura sin relación con los hechos históricos?

Así lo creo porque así lo he vivido. En todo eso que he escrito no hay nada teórico, sino cosas que he experimentado, empíricas.

-Es una novela con muchas facetas, también la política.

¿Usted lo cree así?

-No sólo, evidentemente.

Puede ser que en el fondo sea, sí, una novela política.

-Es también una novela que yo calificaría de "mestiza", donde mezcla distintas escrituras y en el mismo sentido que lo es El Quijote. ¿Ha sido un modelo?

Me hace usted un cumplido y le remito a Borges, quien comentó que El Quijote y Cervantes resumen la esencia de nuestro arte. Lo digo en el prólogo (de la edición española) de la novela. El Quijote constituye el canon, en el significado filológico del término, de la novela occidental. Y además me gusta mucho que usted se haya acordado de Cervantes, porque tiene relación con Grecia. No olvide que quedó herido en Lepanto.

- Lo poco que sé de Glafcos Zrasakis es un libro escrito desde el humor, la ironía, y el humor. ¿Está de acuerdo?

Y también desde cierto sarcasmo.

-¿Fue la actitud que le permitió sobrellevar los años de exilio?

Pero en el exilio lo primero que uno siente es dolor y, luego, todo lo demás. Primero se sufre, después ríe uno y sólo al final llega el sarcasmo.

-En su novela hay, por cierto, un recuerdo de los exiliados republicanos españoles.

Ellos estuvieron más de treinta años en el exilio, mientras que el nuestro duró una década. Querían la gran huelga y soñaban con ella; luego las cosas salieron de otra manera. He hablado mucho de este tema con Semprún, quien me contó una cosa que no he olvidado hasta hoy. Me dijo que el levantamiento de los estudiantes españoles en el 63 había sido cosa de cinco personas, sin un movimiento detrás. Y es que en Grecia, en 1973, ocurrió lo mismo cuando la revuelta de la Politécnica. Fueron tres personas las que se levantaron, sin un partido detrás. Los comunistas soñaban con la gran huelga, pero no ocurrió ni en España, ni en Grecia.

-¿El escritor, el artista, es siempre un exiliado?

Sí, y lo peor es cuando resulta un exiliado dentro de su propio país, como me sucede a mí en Grecia. El exiliado no es el que está fuera del sistema, sino el que se encuentra alejado de los acontecimientos, de lo que sucede. Un buen ejemplo es el de los indignados: su movimiento duró un año y después desapareció; así es como se sienten los exiliados. La indignación en Grecia creció a partir de Amanecer Dorado.

-¿La organización de extrema derecha es un grave problema para los griegos?

Es el principal problema. Hay quien cree que el asesinato del rapero Pavlos Fissas por parte de Amanecer Dorado tiene parecido con el de Lambrakis ("Z" ofrece en clave ficticia la muerte de este político demócrata griego), pero el origen de un crimen y otro son muy distintos. Este segundo fue resultado de un clima de enfrentamiento civil, ideológico, mientras que el segundo es producto de una situación económica determinada.

-¿Los graves problemas de Grecia tienen culpables con nombres y apellidos o son el resultado de una responsabilidad compartida, como en ocasiones se insiste?

Detrás hay nombres y apellidos, pero más allá de esos nombres existe también una responsabilidad de la Unión Europea (UE) y de una señora en concreto.

-¿Merkel?

La señora Merkel, que proviene de lo que fue el Bloque del Este y no tiene ni idea de lo que es una Europa unida. No estaba con el régimen comunista pero tampoco parece que le molestaba mucho. Viví en el Berlín occidental y sé lo que era estar en los años setenta contra el régimen soviético.