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Rosa Sala Rose

"González-Ruano tiene un talento incuestionable, pero era un villano"

"En el París ocupado, el periodista se dedicó a saquear y engañar a judíos"

Rosa Sala Rose. | daniela dentel

La figura de César González-Ruano está empañada por sus turbios manejos con perseguidos por el nazismo a los que habría ofrecido una falsa esperanza de huida. Así queda en evidencia en El marqués y la esvástica (César González-Ruano y los judíos en el París ocupado) escrito por la investigadora Rosa Sala Rose -colaboradora de LA NUEVA ESPAÑA- y el periodista Plàcid García-Planas. Un libro que apunta a que uno de los imprescindibles del periodismo español era algo más que ese deudor impenitente, habilidoso sablista, cuya vida a saltos coronaba la calidad de su escritura y que su falta de moral pudo tener para algunos resultados trágicos. El marqués y la esvástica es también el relato de las circunstancias de la propia elaboración del libro y la reconstrucción del tiempo más oscuro de Europa.

-¿Por qué el interés por César González-Ruano?

A Ruano sólo lo conocíamos muy vagamente cuando decidimos iniciar esta investigación. Nuestro punto de partida no fue él, sino el testimonio aportado en sus memorias por el ex guerrillero del maquis Eduardo Pons-Prades. Según su relato, muy rico en detalles, César González-Ruano se hacía pasar por agregado cultural de la embajada española en el París ocupado a fin de captar a judíos deseosos de huir. Tras cobrarles muy caro el pasaje, los ponía en contacto con una falsa red de evasión, cuyos miembros llevaban a los judíos en camiones desde Toulouse a Andorra y ahí, en plena noche, los masacraban para quedarse con sus pertenencias. Ése es el hilo del que decidimos tirar y fue así como nos adentramos en la figura de Ruano y sus leyendas.

-Hasta ahora sabíamos que era un vividor que se mantenía a base de pufos y cuya ingente producción periodística está movida sólo por la urgencia del dinero. ¿Qué más podemos conocer de González-Ruano a través de su libro?

Que era un oportunista sin escrúpulos y un tremendo cara dura. Y en un país que admira tanto la picaresca como el nuestro, eso lo convierten en un personaje con un gran poder de fascinación que todavía perdura.

-La verdad es siempre escurridiza pero mucho más en el caso de este personaje que se reconocía "bastante partidario de la mentira". ¿Cuál es la verdad que ustedes muestran?

Era un especialista de las medias verdades. De hecho, sus memorias están llenas de pistas, casi como si, en el fondo, deseara que alguien las desvelara. Gracias a lo que hemos ido encontrando en veinte archivos de ocho países de Europa, hemos podido averiguar que cobraba por escribir al dictado de Goebbels, entre otras cosas. También que durante la guerra civil se dejó mantener varios años por un magnate en Roma y que guardaba un insólito parentesco, "por la mano izquierda", con el rey Alfonso XIII. En el París ocupado se dedicó al tráfico de salvoconductos y a saquear y engañar a judíos. Según una fuente alemana, incluso al proxenetismo. La Francia libre lo condenó a 20 años de trabajos forzados por inteligencia con el enemigo: estando ya libre, había delatado a sus compañeros de celda en la cárcel de Cherche-Midi, donde lo encerraron los nazis creyendo que en realidad ayudaba a los judíos. Una vez aclarado el malentendido, la Gestapo lo puso a su servicio y le encargó que espiara a la familia real española en el exilio.

-La pregunta central del libro, tal como ustedes la formulan, es: "¿fue Ruano lo bastante lejos para captar a judíos desesperados y enviarlos a sabiendas a la muerte?"¿Consiguen dar respuesta a este interrogante?

A la primera mitad de la pregunta, sí: captaba a judíos desesperados. Lo que no hemos podido demostrar documentalmente es que los enviara a sabiendas a la muerte.

-¿Considera que hay una ocultación deliberada de su antisemitismo? ¿A qué lo atribuyen?

La edición de su obra periodística, a cargo de Miguel Pardeza por encargo de la Fundación Mapfre, tiene una misteriosa laguna entre los años 1936 y 1943. Sin embargo, por esas fechas Ruano siguió escribiendo abundantemente para la prensa. La laguna corresponde a los años de publicación de sus artículos más pronazis y virulentamente antisemitas. El responsable de la edición nos dijo verbalmente que "ese Ruano no le interesaba". A nosotros, en cambio, sí nos ha interesado mucho.

-¿Hay una redención estética de Ruano que soslaya todas las zonas oscuras del personajes?

Sin duda. Su naturaleza de truhán sin escrúpulos lo vuelve simpático a ojos de muchos. La cuestión es si debemos considerarlo "villano, pero genial", o "genial, pero villano". En nuestro caso, y sobre todo después de haber podido dar nombre y seguir la trayectoria de algunos de los judíos que cayeron víctima de sus engaños, nos inclinamos decididamente la segunda opción, aunque eso no nos impide apreciar su talento literario, irregular pero incuestionable.

-Usted apunta que "a pesar de los ríos de tinta que se han vertido sobre la Segunda Guerra Mundial, el tiempo transcurrido parece haber disminuido nuestra capacidad para comprenderla". ¿Por qué?

En parte porque los ríos de tinta, de tan abundantes, contribuyen más a ahogarnos en información que a sacarnos a flote. Pero sobre todo porque los europeos ya no somos los mismos. Vivimos en un mundo tan acelerado que nuestra mentalidad se ha transformado muchísimo en muy poco tiempo, en gran medida gracias precisamente al brutal impacto que ha dejado la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto en nuestra conciencia colectiva. La sensación de extrañeza se agrava por la muerte paulatina de los últimos testigos. Cada vez nos resulta más difícil empatizar con aquella generación, así que nos cuesta mucho más especular con lo que habríamos hecho nosotros de haber estado ahí.

-El libro transmite en algunos momentos la desazón por la falta de progresos en la investigación. ¿Estuvieron tentados a dejarlo?

Jorge Herralde de Anagrama confió mucho en el proyecto desde el principio y firmó enseguida un contrato con nosotros, así que no habríamos podido colgar el proyecto aunque hubiéramos querido. Pero tampoco quisimos. Sabíamos que aunque no hubiéramos encontrado ni un solo papel, nuestra indagación por las cloacas de Europa de la mano de Ruano ya habría sido una aventura digna de ser contada: creemos en la fuerza épica del fracaso. A pesar de todo, nos alegramos mucho de que los archivos, poco a poco y a costa de muchos esfuerzos, fueran descubriéndonos sus tesoros.

-¿Cómo funciona la conjunción del reportero y la investigadora?

Para mí, acostumbrada a escribir en solitario, supuso un riesgo considerable. Me gustaba mucho la escritura de Plàcid, pero apenas lo conocía, y un proyecto de estas características supone muchísimas horas de intenso trabajo. Afortunadamente la conjunción funcionó muy bien. Entre otras cosas, él ha contribuido a agilizar mi estilo y a hacerme reconocer las estructuras ocultas que subyacen en los textos. Quiero pensar que también él se habrá llevado algo de nuestra colaboración. Pero para mí lo mejor de todo ha sido saber que había alguien a quien podía llamar a cualquier hora del día o de la noche para comunicarle un hallazgo y que se iba a emocionar tanto como yo. Echaré de menos esa complicidad absoluta en el proceso de escritura.

El marqués y la esvástica. (César González-Ruano y los judíos en el París ocupado). Rosa Sala Rose. Plàcid García-planas. Anagrama, 2014

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