Se cumplen 100 años del nacimiento de Blas de Otero. El poeta vasco nació el 15 de marzo de 1916 en Bilbao y es una de las figuras más importantes de la lírica de la posguerra. En una fecha tan señalada, repasamos 10 de sus versos más conocidos.

La obra de Blas de Otero parte de la angustia metafísica para desembocar en las preocupaciones sociales. Un proceso mediante el cuál acabó convirtiéndose en uno de los representantes del denonimado exilio interior, es decir, aquellos autores que desde España ejercían la resistencia al régimen franquista.

Fue su poema Pido la paz y la palabra, con el que el escritor se alejó de la temática religiosa y existencialista, para centrarse en la poesía social, en la que proclama una nueva fe en la solidaridad humana. Otras de sus obras más conocidas fueron En castellano o A la inmensa mayoría, con las que continuó desarrollando la temática social.

Durante el franquismo Blas de Otero fue un férreo defensor de la democracia, a la que vio nacer justo antes de que el escritor falleciera de una embolia pulmonar el 29 de junio de 1979 en Madrid.

Pido la paz y la palabra

Escribo en defensa del reino

del hombre y su justicia.

Pido la paz y la palabra.

He dicho "silencio",

"sombra", "vacío", etcétera.

Digo "del hombre y su justicia",

"océano pacífico", lo que me dejan.

Pido la paz y la palabra.

En castellano

Borradlo. Labraremos la paz, la paz, la paz,

a fuerza de caricias, a puñetazos puros.

Aquí os dejo mi voz escrita en castellano.

España, no te olvides que hemos sufrido juntos.

A la inmensa mayoría

Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre

aquel que amó, vivió, murió por dentro

y un buen día bajó a la calle: entonces

comprendió: y rompió todos su versos.

Hombre

Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,

al borde del abismo, estoy clamando

a Dios. Y su silencio, retumbando,

ahoga mi voz en el vacío inerte.

En el principio

Si he perdido la vida, el tiempo, todo

lo que tiré, como un anillo, al agua,

si he perdido la voz en la maleza,

me queda la palabra.

Basta

Imaginé mi horror por un momento

que Dios, el solo vivo, no existiera,

o que, existiendo, sólo consistiera

en tierra, en agua, en fuego, en sombra, en viento.

Digo vivir

Porque vivir se ha puesto al rojo vivo.

(Siempre la sangre, oh Dios, fue colorada.)

Digo vivir, vivir como si nada

hubiese de quedar de lo que escribo.

La tierra

Un mundo como un árbol desgajado.

Una generación desarraigada.

Unos hombres sin más destino que

apuntalar las ruinas.

En nombre de muchos

Para el hombre hambreante y sepultado

en sed ¿salobre son de sombra fría?,

en nombre de la fe que he conquistado:

alegría.

Cuerpo de mujer

Cuerpo de la mujer, río de oro

donde, hundidos los brazos, recibimos

un relámpago azul, unos racimos

de luz rasgada en un frondor de oro.