Perdónenme, pero esta no va a ser la crónica de un fan de George Michael, ni siquiera la de un conocedor profundo de su obra y gracia, pero sí va a estar escrita desde el reconocimiento al creador de canciones y desde el respeto al artista muerto.

Otro más para rematar (esperemos) 2016, pero vayan haciéndose a la idea, que el rock ya no es cosa de jovencitos.

Aunque a usted no le guste el pop comercial hiperbólico con el que este hombre se hizo célebre y vendió trillones de discos, aunque a usted le dé cosa la estética «Miami Vice» de extrarradio con la forró todas las carpetas del mundo, aunque a usted le cueste tararear más de tres canciones de cualquiera de los discos que publicó desde el «Older» de 1996, George Michael tiene derecho a pasar a la historia como un gran icono del pop (al menos) por tres cosas: haber desecho Wham!, haber publicado después «Faith» y haber parido «Shoot the Dog», aquel vídeo en el que aparece Tony Blair como un perrito faldero de George Bush por su apoyo a la invasión de Irak (que raro no haber visto algo parecido por aquí con algún otro protagonista, con lo malotes que son nuestros artistas patrios).

George se llamaba realmente Georgios Kyriacos Panayiotou, nombre con el que es imposible triunfar en el mundo del pop aunque peses cerca de 100 kilos, vistas con túnica y te acompañes al teclado por Vangelis. Y es que George era inglés pero de ascendencia grecochipriota por parte del padre. No es un dato biográfico más, porque uno sospecha que su carácter esquivo y contradictorio y su desvergüenza a la hora de criticar a los políticos de su país sin dejar de formar parte por ello del «mainstream» pueden tener algo que ver con ese desarraigo patriótico que vivió desde niño.

George perteneció a esa generación de artistas canoros de la Inglaterra suburbial para los que la mugre del punk parece que no existió, adolescentes abducidos por el «glamour» de otros tiempos y que se metieron en el mundo de la música con un objetivo claro: petarlo todo (y en todas sus acepciones).

En 1981 se une con su colega Andrew Ridgeley para crear Wham!, una máquina de hits adolescentes que triunfó primero en el Reino Unido y después en todo el mundo (al parecer fue el primer grupo occidental que hizo una gira por la China comunista) con temas como «Wake Me Up Before You Go-Go» (impagable el momento Zoolander al son de esta canción) «Everything She Wants» o «Careless Whisper».

Aunque la imagen que ofrecían juntos George y Andrew era incontestable, nuestro héroe (autor de la mayor parte de las composiciones de la pareja) sabía que podía ofrecer mucho más que efectivo pop de marca blanca, así que rompe el dúo y se encierra en un estudio para parir «Faith», álbum publicado en 1987 y epítome de lo poderoso que fue el pop como fenómeno social en la década de los 80, y de lo lejos que ahora estamos de todo eso. «Faith» tiene el nivel de un «greatets hits» ochenteros compuestos, producidos e interpretados en el mismo periodo de tiempo y por la misma persona.

No nos engañemos, no es música hecha para cambiar la historia del rock ni para ganarse el respeto de las audiencias más exigentes, la autenticidad no es su mayor virtud. Pero sus toques de jazz, funk e incluso rockabilly, la imagen de George como «sex symbol» mundial y su voz resultan arrebatadores para más de 20 millones de personas (ojo, 20 millones, nuestro cerebro pop siglo XXI ya no está capacitado para apreciar la importancia de esa cantidad) que han comprando su disco desde que se publicó.

Pero George Michael no quería ser sólo una máquina sexy de parir «hits» y, tras una gira mundial y de tomarse un año sabático, en 1990 saca el más sofisticado y 'adulto' «Listen Without Prejudice, Vol. 1», que, inevitablemente, también vende millones de ejemplares pero no llega al nivel de «Faith». Sony, la compañía con la que trabaja desde tiempos de Wham! empieza a ponerse nerviosa, George se empieza a poner nervioso con Sony y ambas partes inician una batalla legal que acabará siendo decisiva en el transcurso de su carrera (no sé si les suena esto de otro recién muerto, un tal Prince).

Mientras, graba un EP con los tres Queen que no son Freddy Mercury (antes de «Faith» ya había colaborado con Elton John y Aretha Franklin), se mete en otra gira y se niega a aparecer en el vídeo de su canción «Freedom ´90», siendo sustituido por cinco chicas bastante resultonas (Naomi Campbell, Linda Evangelista, Christy Turlington, Tatjana Patitz y Cindy Crawford).

Esta época también será en la que George empieza a dar a conocer (no lo hace de golpe) su homosexualidad, dato este que no tendría más importancia si no fuera porque desde inicios de los 80 una de las patas más importantes que sostuvo su carrera fue el éxito de su imagen entre las mujeres.

En 1996 publica «Older» y desde entonces su carrera pierde ese ritmo vertiginoso que había tenido en los 15 años anteriores.

El peso del pasado se deja ver en el título de estos discos («Songs from the last century», «Patience», el propio «Older») y George, en vez de por sus canciones, empieza a salir más en los medios por sus declaraciones políticas, sus confesiones vitales y alguna vivencia escabrosa (como aquella historia en unos baños públicos con un policía cabrón).

La muerte ayer de George Michael a los 53 años nos sirve para recordar a un gran cantante, a un compositor talentoso y a un artista que luchó durante años para ser algo más que la imagen que le había hecho triunfar. Pero, sobre todo, nos hace recordar una época en la que la música pop estaba en todas las partes y de la que él fue uno de los grandes representantes.