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Bloc de notas

El amor traicionado

Aldo Palazzeschi contó una historia de seducción, lamento y nostalgia en "Las hermanas Materassi" que figura entre las grandes novelas italianas de una época

ilustración de Pablo García.

Las hermanas Teresa y Carolina Materassi son probablemente las solteronas más famosas de la literatura italiana de todos los tiempos, han sido llevadas también al cine y al teatro. Costureras de lencería fina, bordan para las muchachas casaderas de las familias pudientes en Santa Maria a Coverciano, un pequeño pueblo de la campiña que rodea a Florencia. Con la destreza de sus manos se han dedicado toda la vida a buscar la felicidad ajena hasta el momento de plantearse como un único objetivo hacer feliz al sobrino oportunista, que siendo un adolescente viene a romper el orden cerrado de sus vidas cuando sus cuidados les son confiados por otra hermana que acaba de morir en un lugar lejano. Con el paso del tiempo y valiéndose de su belleza y encanto, tras humillarlas y dilapidar los ahorros de años de trabajo, las abandona para huir con una heredera americana. La paradoja del cariño traicionado de las hermanas dedicadas en cuerpo y alma a su ingrato sobrino radica precisamente en construir esta historia entre luces y sombras, sobre el lamento y la nostalgia, cuando ya toda ilusión se diluye y lo que se creía claro y seguro, inequívocamente ha doblado la esquina para dar paso a la decadencia y a la soledad más terribles. Mientras tanto, Aldo Palazzeschi (Florencia, 1885-Roma, 1974), el autor, recurre a la ironía, el drama, la psicología y la comicidad para sacar adelante esta historia "dei primi Novecento" llena de melancolía y compasión que, como otras ambientadas más tarde en la posguerra italiana, nos conducen por ese mundo sombrío y opresivo de las pequeñas ciudades de provincia que tanto cultivaría el neorrealismo en la literatura y en el cine.

La huella crepuscular de Palazzeschi en la poesía italiana es profunda, reconocida por las neovanguardias, como prueban las ochenta páginas que Edoardo Sanguinetti le reservó en su antología de Einaudi del siglo pasado. Giuseppe Antonio Borgese había acuñado el término "crepuscular" para describir cierto modo de hacer poesía como el atardecer de aquella gran floración poética iniciada a principios del XIX. Melancólica y gris igual al crepúsculo de la tarde, y que, como escribiría Giuseppe Petronio, más tarde también se extendió a una prosa lírica de domingos en sórdidas ciudades de provincia, estaciones perdidas, criaditas perturbadas, solteronas enclaustradas, tétricas salas de hospital, patios de convento, miserias secretas y llantos ocultos del día a día de unas existencias monótonas cotidianas. Los "crepusculares" eran jóvenes intelectuales que, considerándose fracasados en la vida y en el arte, se refugiaban en un pasado mitificado repleto de cosas feas que sin embargo idealizaban. A esta corriente perteneció Palazzeschi. Junto a Corrado Govoni y otros acabaría alejándose de ella, como asimismo lo hizo del movimiento futurista y de su fundador Marinetti, debido a que chocaba con sus convicciones antifascistas y tras entrar Italia en la Primera Guerra Mundial. Su vida fue lo suficientemente larga y prolija para subirse y bajarse de unos cuantos trenes.

Palazzeschi, el poeta de profunda huella de "L’incendiario", destacó además por dos de sus novelas, "I fratelli Cuccoli", Premio Viareggio en 1948, y "Las hermanas Materassi" (1934), que ahora ha vuelto a editarse en la traducción de Emilio-Germán Muñiz, gracias a Periférica. "Las hermanas" fue inmediatamente un éxito extraordinario, pero también marcó una especie de alejamiento del autor de su temática y estilo, en concreto el de los comienzos. En una carta que Palazzeschi envió a su amigo el escritor y periodista Ugo Ojetti le explicaba que sería "una novela picante" sin nada que pudiera herir la susceptibilidad de nadie, aunque no iba a resultar, desde luego, "una pieza hospitalaria". Efectivamente, el "picor" jamás cede en las páginas bien escritas de esta novela hasta convertirse en impulso sexual en los episodios en que una de las tías abraza a Remo (el sobrino) o en la relación de este con su amigo Palle. Remo, incluso antes de ser el responsable del colapso de Teresa y Carolina, pronto asume el papel del ángel perverso, no por tratarse de un villano, sino porque con la presencia de su físico desbordante y seductor, ofrece a las mujeres que se le ponen a tiro una dimensión sexual fantástica e inventada, el atajo para una redención libidinal. La novela se convierte entonces en una batalla de miradas, en las que participan las dos tías y, sobre todo, Niobe, la criada que forma parte de un círculo que encuentra en la novela una razón de ser del hedonismo recién estrenado del autor frente al mundo que le rodea: el régimen místico de patria/dios/familia que desembocará en la tragedia de Italia, las leyes raciales y el infame pacto de Mussolini con Hitler.

Las hermanas Materassi

Aldo Palazzeschi

Traducción de Emilio-Germán Muñiz

Periférica, 352 páginas, 21,50 euros

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