Blimea, Pablo ANTUÑA

Gilberto Iglesias había coqueteado con el mundo del deporte. Le gustaba mucho practicar el esquí, el snowboard y el surf. Le inquietaban los deportes de riesgos, pero apenas contaba con tiempo. Sin embargo, en 2005, este blimeíno cambió por completo su vida. Tras 18 años trabajando como picador en el pozo Samuño y cinco en el pozo María Luisa, la prejubilación llamaba a su puerta. Y con ella, infinidad de tiempo para dedicarse al deporte. Además, por primera vez como protagonista. Antes, había dedicado su cuerpo y alma en su hijo Jonathan Iglesias y su pasión por el snowboard y los resultados no le defraudaron. Durante una década vio como se proclamaba en varias categorías campeón de España de esta modalidad, pero ahora el «gusanillo» de correr llamaba a su puerta y con él una gran aventura: recorrer los Alpes en apenas dos meses.

Gilberto Iglesias abandonó Blimea el pasado 22 de agosto y puso rumbo a Francia. Con apenas un carro de la compra pegado a su cintura y una tarjeta de crédito para cubrir los gastos estuvo dos meses para recorrer la friolera cifra de 3.300 kilómetros. En 48 etapas, este corredor de montaña o «trail runner» pasó por siete países distintos -Francia, Suiza, Austria, Liechtenstein, Alemania Eslovenia, Italia- y llegó de nuevo al punto de partido el día 22 de octubre. «Fue una fecha muy especial y quizás el mejor momento de la aventura. Tras vivir experiencias maravillosas completé el recorrido el día que cumplía 48 años», relata.

La locura de Gilberto Iglesias se inició con la prueba del Montblac en la localidad francesa de Chamonix. Allí recorrió 167 kilómetros y se saltó el descanso recomendado. «Dicen que se debe estar tres semanas sin competir, pero apenas descansé tres días. Me fui para Suiza y disputé el maratón Jungfrau en el Interlaken suizo», señala Gilberto Iglesias.

La aventura ya había empezado y no había vuelta atrás. La distancia no fue un problema y aunque había dudas iniciales, en ninguno momento pensó en retirarse. «Era una locura, pero pensé que tiraría lo que aguantase y que si no podía más me cogía una avión y me volvía para casa. Pero una vez en ruta me encontré genial y no dude en ningún momento de que llegaría», analiza el deportista de Blimea. Tal fue el punto de confianza en sí mismo, que Gilberto Iglesias hubiera continuado la ruta: «Si me llegan a decir que tengo que seguir corriendo hasta España hubiese llegado».

Tras un mes de aventura llegó a mitad del trayecto. El 30 de septiembre estaba en Klagenfurt (Austria) con más de 1.600 kilómetros recorridos. Y en este punto fue cuando llegó una de las anécdotas de su particular viaje. En la frontera entre Austria y Eslovenia no podía pasar por un túnel porque sólo se permitía el paso a los vehículos. El plan alternativo era dar un rodeo que le haría sumar un retraso de tres días por no poder transitar por esos tres kilómetros. «Tras un tiempo discutiendo con el guardia de la frontera, le llamaron al teléfono y aproveché ese momento para entrar corriendo en el túnel. Al principio temía que me persiguiese, pero luego me di cuenta que al pasar del país ya había solucionado el problema. Hubiera sido un gran contratiempo no poder pasar por ahí, pero afortunadamente se solucionó», recuerda con una sonrisa Gilberto Iglesias.

Lo más duro había pasado y la confianza también se refrendaba. Aunque en esta segunda mitad llegó a jugarle una mala pasada. El paso por los Dolomitas le hizo disfrutar de un gran paisaje y de un gran tiempo. Gilberto Iglesias se confió y realizó 19 etapas seguidas. Le habían recomendado parar una vez a la semana, pero quería dejar ese descanso para un día de lluvia. Su cuerpo no aguantó este atracón y dijo basta. «Me dormí en una tienda de campaña en el lago de Como y al día siguiente desperté en el hospital. Fue el mayor susto de esta aventura», analiza. Apenas quedaban kilómetros para llegar a la ciudad francesa de Albertville pero el tiempo hizo que se hiciese cuesta arriba. La nieve impidió mantener la media de 63,7 kilómetros por día e hizo que el frío calase hasta los huesos. «Tenía que dormir vestido. Era levantarse y ver un manto blanco de nieve», recuerda el corredor de montaña.

El final tuvo un sabor agridulce. La culminación llegó el día de su cumpleaños con la llegada el día 22 de octubre, pero con un gran castigo físico. Gilberto Iglesias prefirió retrasar su llegada a casa: «Me quedé con un amigo en Barcelona, no era capaz a caminar del dolor y había perdido diez kilos de peso, aunque me gustaría volver a repetir esta aventura. Eso sí, en coche para poder disfrutar de algunos paisajes».

Y aunque el tiempo de recuperación ha sido largo, Gilberto Iglesias ya sueña con un nuevo reto: un año para atravesar América de norte a sur.