Avilés, Elena CASERO

Hablar de la familia Castillo en Avilés es hablar de la pasión por el mar y por el piragúismo. Una afición por los deportes acuáticos que no se transmitió de generación en generación, como suele ser habitual, sino que fue Juan Castillo, hijo, quien «metió el gusanillo» a su padre. El pequeño del clan, Alejandro, no tardó mucho en seguir los pasos de su tio y de su primo.

Juan José Castillo, de 46 años, no se aficionó al deporte hasta hace doce. Instalador de aire acondicionado de profesión, se dedicaba al «sillon-ball» y a manejar el mando a distancia cuando salía del trabajo hasta que, según él, tomó la mejor decisión de su vida: «Dejé de fumar». Como es habitual en muchos ex fumadores, Castillo cogió algunos kilos. Padre de dos hijos, Andrea y Juan, dedicaba muchas horas a la semana a llevar a sus hijos a los entrenamientos. Su esposa, Marisol Delgado, había sido piragüista en el Nautico Ensidesa de Avilés, y los pequeños, ahora ya no tanto, heredaron las aptitudes y la afición materna. Durante unos años fueron a natación, pero lo que realmente les gustaba era el deporte de la canoa. «Siempre quise hacer piragüismo, pero hasta los nueve no me dejaron», señala «Juanín», como le conocen en casa pese a que ya tiene 26 años, que compagina el deporte con su trabajo de enfermero.

Tantas horas en el pantano, viendo como sus hijos se ejercitaban con su equipo, la Atlética Avilesina, llevó a Castillo a probar suerte. «Como había engordado, pensé que era buena idea hacer algo de deporte y no estar tanto tiempo sentado viendo cómo se ejercitaba». Ese año se fueron todos, padre e hijos, a la Escuela Kayak Mar Avilés. Cuando cumplió 16 años, Andrea decidió dejarlo. «Las chicas a esa edad ya empiezan a tener otras prioridades», bromea.

A Juan José Castillo y a su hijo se les unió en esa época su sobrino Alejandro, que con apenas seis años empezaba a dar sus primeras paladas, y siempre tuvo claro que lo suyo era el piragüismo. «Me metió mi tio, y la verdad es que me gustó desde el principio, pronto tuve claro que quería competir y llegar lejos», señala el joven, que en la actualidad tiene 16 años y estudia 4º de ESO.

Aunque los comienzos nunca son fáciles, no tardaron en llegar los resultados. «Se tarda un poco en pillar el truco al kayak, sobre todo en temas de equilibrio, pero, como en todo, con constancia y trabajando duro, puedes lograr tus objetivos», asegura el benjamín de la familia, al que se le augura un gran porvenir. Podría incluso seguir los pasos de su primo e ingresar en la Residencia Blume. Juanín estuvo dos años, entre los 16 y los 18. Miembro de la selección regional cadete, se proclamó campeón de España en dos distancias en K-1, además de lograr diferentes medallas en nacionales y copas de España. En edad juvenil se trasladó al Centro de Alto Rendimiento madrileño, obteniendo, entre otros éxitos, el cuarto puesto en K-4 en 500 metros, y el quinto puesto en el K-4 1.000, durante el Europeo disputado en Croacia; y fue oro en la Regata Internacional de Bratislava en 3.000 metros. Un gran palmarés que fue engordando con el paso de los años y del que se siente enormemente orgulloso. Aunque lo que más le llena es ver a su padre competir junto a él. Quién se lo iba a decir: «Me alegré mucho por él cuando empezó, creo que tomó una gran decisión», cuenta. «Al principio salía conmigo, pero luego ya fue solo, mi padre es autodidacta».

El secreto, confiesa Castillo senior, fue rodearse de la gente adecuada. «Me ayudaron mucho los que estaban conmigo, hicieron que me enganchara». Las primeras semanas fueron complicadas. Fumador durante más de 25 años, y no acostumbrado a hacer deporte, subirse a la piragua y remar se hizo cuesta arriba en ocasiones, pero sabía que no podía rendirse. «Mi hijo y algunos compañeros, que ahora muchos de ellos son amigos, estaban ahí, me animaban, me orientaban, y eso me ayudó mucho».

Entre ellos estaban Lisardo Estrada, Pariente Polledo y, sobre todo, Pedro Pablo Quiroga, al que se podría denominar «el cuarto Castillo» por la gran vinculación que les une. Con Quiroga, que llevaba compitiendo desde pequeño, el «veterano novato» logró subirse al podio en el Campeonato de Asturias, celebrado en el pantano del río Esla, a los pocos meses de empezar a competir. «Quedamos terceros y participaban cuatro, pero el bronce me lo llevé», bromea.

Juntos, también se embarcaron en un nuevo proyecto: La Escuela de Kayak Polo Siero Astur, creada hace cerca de cinco años gracias a una victoria inesperada. «El Oviedo kayak organizó, hace seis o siete años, el Campeonato de Asturias de Kayak-Polo y fuimos a probar», cuenta Castillo. «Ganamos, y al año siguiente volvimos, pero había cuatro jugadores de la selección española y no nos llevamos nada».

Quiroga, cuentan los Castillo, decidió fundar el club en Siero, que en la actualidad cuenta con 40 deportistas de diferentes edades y que, como concluye Castillo Hidalgo, «sobre todo se lo pasan bien».