Oviedo, Elena CASERO

Eugenia Onopko acaba de recibir el segundo mazazo en apenas doce meses. La gimnasta, de 16 años, sufrió una caída el pasado miércoles. Nada raro para un deportista que está entrenándose. En su caso, fue más grave, ya que a la joven se le salió la rótula el pasado año, lo que le obligó a pasar por quirófano en julio. De septiembre a diciembre estuvo realizando rehabilitación y se había incorporado al trabajo con sus compañeras hace apenas un mes. Le ha dado «mucha rabia», reconoce, porque no estaba teniendo ninguna molestia en las últimas semanas.

«Me encontraba muy bien, me daba hasta la sensación de que no había estado lesionada, pero tuve esta caída y se fastidió todo», asegura la gimnasta, aún triste, ya que el lunes su médico le dijo que quizá tenga que volver a pasar por quirófano. «Aún hay que esperar, el miércoles -por hoy-me van a hacer una resonancia para ver como evoluciona la inflamación, y ya decidirán lo que hacen».

Decidan lo que decidan, Onopko sabe que esta será su segunda temporada en blanco, y es muy difícil de llevar para ella. Su vida es la gimnasia, lleva casi diez años volcada en cuerpo y alma al deporte, y aunque colabora en su club, el Omega, ayudando en los entrenamientos, «no es lo mismo», reconoce.

Nació en Rusia el 16 de agosto de 1995, pero a los 4 meses ya estaba en Oviedo. Su padre, Viktor Onopko, fichó por el conjunto azul, y toda la familia se trasladó al Principado, por eso Eugenia se considera asturiana. Su madre, Natalia, había sido gimnasta en su país, y sus abuela materna también, por eso no es raro que la joven siguiera la tradición familiar, aunque al principio por obligación.

«Lo que yo quería era ir a jugar con mis amigas, pero mi madre me llevaba con ella a los entrenamientos y a los siete años comencé a practicar», cuenta. La pequeña, que por entonces estudiaba en el Parque Infantil, se inició en la gimnasia en el Club CERO,en el que daba clases su madre por entonces, y las muñecas y los juguetes poco a poco fueron dejando paso a las pelotas, las mazas y los aros.

«Después de salir de clase iba con mi madre al club, y estaba allí todo la tarde, ya que me iba cuando ella se marchaba, por eso fui algo autodidacta, ya que cuando terminaban mis clases me entretenía yo sola, iba un poco a mi bola y cogía los aparatos, empezaba a probar con unos y con otros», cuenta Onopko, quien confiesa que lo que más le divertía era estar con el resto de las niñas de su clase.

Reconoce que, a pesar de ir «medio obligada», no tardó en cogerle el gusto a la gimnasia, sobre todo porque vió que era algo que se le daba bien, y que le divertía. Además, tener a tu madre como profesora también tenía sus cosas buenas. «Ella me trataba igual que al resto, en el trabajo era muy seria y no hacía diferencias, pero cuando llegábamos a casa, como me conocía bien, pues sí que me podía corregir alguna cosa u orientarme en porque esto lo hacía de una manera o de otra».

Su madre siempre ha sido su gran apoyo. Su padre también, aunque desde la distancia, ya que desde 2003 no vive en Oviedo. Ahora está en Moscú, y aunque hablan a menudo, reconoce que lo echa de menos, sobre todo en momentos bajos como los que está atravesando ahora. «Siempre ha estado muy orgulloso de mi, me ha animado y me aconseja mucho, sobre todo me dice que no me disguste ni que me desanime, ya que es lo peor que se puede hacer».

Desde la distancia, el exfutbolista y actualmente segundo entrenador del CSK de Moscú ha vivido los grandes triunfos de su hija. También su abuela materna, que según cuenta la gimnasta, se ha volcado en la carrera de su nieta. «Está siempre pendiente de mi, y al igual que mi madre, me dice que piense bien las cosas antes de hacerlas, como pasó el otro día cuando me caí», cuenta Onopko, que aún sigue dándole vueltas al percance que le mantendrá apartada de la competición este año.

Que algunos la consideraran una posible sucesora de Almudena Cid no fue pos casualidad. Campeona de Asturias desde 2004 hasta 2010, y de España en 2005, 2008, 2009 y 2010, en la vitrina de su casa ya no entra ni un trofeo más. Ha ganado innumerable trofeos nacionales e internacionales, aunque del que se siente más orgullosa es de su primer Nacional, el de 2005. «Hice un ejercicio que ya había hecho mi madre cuando era gimnasta, y me hizo mucha ilusión lograr el oro», recuerda.

En 2009 se le concedió la nacionalidad española y un año después fue convocada por la selección española para acudir a la «Gimnasiada» de Qatar, en la que quedaron cuartos por equipos. Fue décima en los I Juegos Olímpicos de la Juventud, también en 2010 y en el Torneo Internacional de Paris, a principios de 2011, fue primera en cuerda y segunda en mazas en categoría junior. Fue uno de sus últimas competiciones antes de la lesión, pero volverá. Asegura que su vida es la gimnasia, le dedica más de 5 horas al día, más 200 abdominales matutinos. Una rutina que no quiere cambiar.