Oviedo, Antonio LORCA

Howard Brown pasa desapercibido cuando pasea por Oviedo, ciudad en la que vive una nueva aventura como jugador de baloncesto. A sus 34 años el deporte de la canasta le ha llevado a sitios cuya existencia desconocía cuando crecía en la pequeña ciudad estadounidense de Pottstown.

León, Zaragoza, Murcia, Palencia, Ferrol, Melilla, Plasencia, Gandía, Lisboa, Caracas, Haifa han sido testigos de su carisma en la cancha, de su capacidad anotadora y, sobre todo, de su carácter ganador. Una carrera fuera de su país que le ha permitido cumplir su sueño: ser un jugador profesional de baloncesto. Por eso Brown se siente afortunado y quiere que otras personas de su ciudad puedan vivir sus propios sueños, deportivos o de cualquier otro tipo.

Porque, para Brown, de lo que se trata con la Fundación «Live the dream», creada por él hace ya 11 años, es de que los sueños que tienen los niños de los barrios pobres de su ciudad no desaparezcan al despertarse cada mañana. «Los niños quieren hacer cosas grandes. Ser como Pau Gasol, jugar en la NBA. Pero después, en el día a día, no viven eso. Lo que queremos hacer desde nuestra Fundación es ayudarles para que vivan y trabajen cada día por ese sueño».

La Fundación Live The Dream («vive el sueño») concede una beca (este año han sido dos) cada curso para que un chaval, escogido por sus méritos académicos o deportivos, pueda estudiar en la Universidad. Asimismo, trabajan regularmente con un grupo de unos 750 niños de la comunidad. Organizan actividades (torneos, cursos, charlas, viajes...) para ellos e intentan que sigan por el camino correcto, que no se desvíen, que luchen por alcanzar lo que se propongan. «Yo tuve la suerte de estar rodeado de una familia que me empujó a ir por el buen camino y por eso he ido a la Universidad. Pero no es lo normal y quiero ayudar a que los niños de mi ciudad tengan apoyo para cumplir sus sueños», explica.

Y es que si este estadounidense pasa desapercibido por Oviedo no ocurre lo mismo en su ciudad natal. Allí, en Pottstown, muy cerca de Filadelfia, fue el líder del equipo de su instituto la primera vez que éste se proclamó campeón del Estado de Pensilvania. Aquello le dio fama y la oportunidad de jugar y estudiar en la Universidad de Villanova. Su carrera en la liga universitaria no fue menos exitosa y aumentó la leyenda local de este jugador. «Nosotros, mi generación, crecimos viendo ganar a Jordan, a Larry Bird, ... Mi instituto es de los buenos en baloncesto, va mucha gente a ver los partidos. Cuando ganamos con el instituto salíamos mucho en la televisión y eso nos hizo muy conocidos», explica el alero del Oviedo Baloncesto.

De aquel equipo que encadiló a su ciudad y del que él fue escogido mejor jugador, Brown guarda grandes recuerdos y un dato que explica por si solo por qué es necesaria esta Fundación: «Cuando jugaba en el equipo de mi instituto ganamos el campeonato estatal por primera vez en su historia. De aquel equipo, en el que había grandes jugadores, solo yo estudié en la Universidad. Yo estaba conectado con gente que me empujó por ese camino, pero el resto fueron por otro», explica.

«Tenemos un programa, con profesionales reconocidos, con carrera, y con deportistas que están con los estudiantes y les asesoran», explica un Brown al que se le ilumina la cara cuando habla de este proyecto que arrancó por su empeño personal y financiado con su propio dinero: «Todo empezó con dinero de mi bolsillo pero ahora se ha implicado mucha gente que colabora con nosotros», asegura sin darle mayor importancia.

Otro de los empeños personales de Brown es que los niños de la Fundación se den cuenta de que el mundo no termina en Estados Unidos. El año pasado llevó a un grupo de chavales de su ciudad a Londres a disputar el torneo Future Star. «Viajar a Europa, hacerse el pasaporte,... es una cosa totalmente diferente para ellos. Creo que es muy importante para los niños tener esta experiencia. Tienen que saber que aparte de Estados Unidos hay otro cosa y que vivimos todos en el mismo mundo», explica.

«Cuando era pequeño nos llevaron a jugar a Italia. Perdimos todos los partidos. Pensábamos que eramos muy buenos y luego sales y te das cuenta de que hay otra gente fuera de la que puedes aprender. Esta experiencia, cuando eres pequeño, te cambia la vida». A él, al menos, ese viaje debió marcarle bastate. Muchos años después Brown es un estadounidense que vive en España y que está casado con una leonesa, con la que tiene un niño de 3 años. Su mundo se agrandó muchísimo.