El CD Lealtad sigue añadiendo páginas a un dilatado historial que ya se aproxima al siglo. El club que en 1919 se afilió a la Federación Asturiana, el mismo que luego se hizo inconfundible por un detalle si se quiere tópico cual es su original casaca negra, ha sabido calar hondo con unas gestas que llenan de orgullo a la afición de Villaviciosa. Las más recientes fueron el título de campeón de Tercera y el ascenso a Segunda B, un doble éxito que la entidad no conocía desde 1998, cuando el plantel entonces dirigido por Marcelino García Toral puso la guinda a una década inolvidable. Fue la década en que el Lealtad, surgiendo desde la Segunda Regional, se convirtió en un grande de la Tercera División y en habitual de las fases de ascenso.

Vistos con la perspectiva que da el paso del tiempo, aquellos éxitos siguen causando asombro por su propia dimensión y por lo continuados que fueron. La afición, que no ignoraba de dónde se venía, llegó a estar tan encandilada con el equipo que no sabía si lo tenía o lo soñaba. A este propósito recuerdo que en los inicios de los noventa asistí en el campo de Les Caleyes a un partido de la fase de ascenso contra el Carballino. En la jornada anterior, disputada a mediados de semana, el equipo galaico había vencido 2-0 y con ello mermado bastante las opciones maliayas. Pues bien, en la devolución de visita los negrillos desataron un vendaval ofensivo que apabulló al rival: 4-0. Dos goles de Vigón, los otros dos de Uría. Fue un partido memorable el que despacharon los chavales de Paco Bedriñana. A mi lado, un aficionado veterano me sorprendía con esta reflexión: "Estoy disfrutando tanto que quisiera detener el tiempo; que los años no pasasen para estos grandísimos jugadores y que nos diesen muchas más alegrías". Utópico deseo, pero que resumía bien la identificación del público con su formidable equipo.

El tiempo no se detuvo efectivamente para nadie, aunque hubo un caso en que sí lo pareció. Me estoy refiriendo al delantero centro Miguel Vigón Pérez, un símbolo en la etapa de despegue del Lealtad y su máximo goleador durante once temporadas. En 1991, cuando militaba en el Burela lucense, lo repescó como crucial refuerzo su propio padre, José Manuel Vigón Toyos, por entonces presidente del club maliayés y artífice del gran crecimiento de aquellos años. Salvo un par de temporadas en el Caudal (con el que marcó 46 goles y subió a Segunda B), el ariete ya no se movería del Lealtad hasta su retirada en 2004. Contaba para entonces 37 años y había marcado con la camiseta negrilla !252 goles¡ La de Vigón fue una longevidad extraordinaria, porque en 2000, ya con 33 años, aún ganó el "pichichi", anotando 29 tantos que ayudaron a que el plantel que entonces dirigía Nené Ballina conquistase el tercer título de campeón de Tercera.

Vigón ha sido uno de los futbolistas asturianos más destacados en el campo aficionado. Y resulta sorprendente que no jugase más arriba de Segunda B. Seguramente que influyeron esos imponderables que se dan en el fútbol, entre los cuales la suerte no es de los menos relevantes. Pero fue un auténtico hombre-gol, siempre bien ubicado en el área y conjugando virtudes tan valiosas como entrega, astucia y fuerza. Remataba muy duro de primeras gracias a su perfecta coordinación de movimientos, a lo que se añadía que era buen cabeceador. Lo dicho, francamente extraño que no llegase más arriba. Hace escasos días, cuando contacté con él para solicitarle que evocase algunos de los pasajes más señalados del gran Lealtad de los 90, me comentaba entre irónico y quejoso que "los intermediarios decidieron fijarse en mí !cuando ya tenía 32 años¡". Y precisó que esto había sucedido en Madrid, durante un partido contra el Getafe de la Liga 1998-99 de Segunda B: "Aquel partido lo ganamos por 0-1, gol mío después de una fenomenal asistencia de Uría. Fue una de las mayores sorpresas de la temporada, porque luego el Getafe subió y nosotros descendimos. El caso es que nada más terminar el encuentro se me acercaron dos señores que se identificaron como intermediarios. `¿Qué queréis de mí ahora que voy a cumplir 33 años?´, les espeté casi en tono de reproche. Porque una cosa es que uno se conserve aceptablemente y otra que le vengan a buscar a esas edades. Entendí que ya era tarde para cambiar de aires y preferí seguir ayudando a mi club de siempre".

Anécdota de intermediarios al margen, aquel gol en el Coliseo Alfonso Suárez tuvo su propia historia porque, según evoca el mismo Vigón, "nos situó sextos en la tabla; de acuerdo en que fue un hecho puntual, pero supuso nuestra mejor clasificación histórica. Luego la temporada se torció, yo mismo estuve lesionado cinco meses y acabamos bajando".

Fue también Vigón quien anotó el tanto decisivo para alcanzar el primer título de campeón de Tercera. Sucedió en mayo de 1992 en el campo lavianés de Las Tolvas, donde el Lealtad se medía a un Titánico igualmente con mucho en juego. El equipo local aspiraba a entrar en la fase de ascenso, y el maliayés, a quedar campeón. Pipi -que posteriormente jugaría en el Lealtad- hizo emplearse a fondo a la zaga negrilla, pero esta se mantuvo firme y finalmente, en el minuto 80, la contienda se desniveló con el gol de Vigón: "Fue con la zurda, a la salida de un córner, y llegué ya muy forzado. Yo estaba en el segundo palo, me estiré al límite y casi de milagro pude tocar el balón. Seguramente marqué tantos más bonitos, pero, vaya, este lo tengo muy presente porque valió un título", rememora el maliayés.

Sus muchos goles le hubieran bastado para hacerse importante hueco en el historial del Lealtad, pero sucede que además marcó varios de los centenarios. Se trata de una selecta lista que en Tercera abrió Rubio ante la Deportiva Piloñesa, en el primer partido de la Liga 1990-91, y a la que luego se sumaron deportistas de tan grato recuerdo como Sabino (el 100), Pipi (300), Abraham (400), Joaquín (600), Vallina (700) o Romero (900). Aunque el único tricentenario es Vigón, que anotó los goles que hacían el 200, el 500 y el 800. Un gran aficionado como Miguel Cano, que años después ocuparía la presidencia del Real Oviedo, solía incentivar a los delanteros maliayos con un trofeo conmemorativo por esos goles tan redondos.

Testigo y protagonista de la etapa en que se produjo el despegue del Lealtad, Miguel Vigón, que nació y se crió precisamente en el barrio de Les Caleyes, conserva el recuerdo de numerosas anécdotas. Algunas trascienden del ámbito deportivo hacia el familiar, pues hay que tener presente que su padre, José Manuel Vigón, dirigió la entidad desde 1987 hasta 1995. Y que su hermano mayor, Marino, fue un fijo en el eje de la zaga durante nada menos que doce años. Acerca de su padre comenta que "no es porque yo lo diga, pero hizo mucho por el Lealtad y la afición lo sabe". Y desvela con humor que tenía una manía "con la que conseguía poner de los nervios a mi madre: Iba a los partidos siempre con la misma camisa. Era una de rayas que decía que le traía buena suerte. `!Va a pensar la gente que es la única que tienes¡´, le reprochaba mi madre. Pero no había manera; él, al fútbol, siempre uniformado con aquella famosa camisa de rayas".

Miguel Vigón se siente muy unido a todo lo que sea el Lealtad. Ahora colabora entrenando al nuevo filial regional, que por cierto marcha invicto. La pasada campaña dirigió al alevín, donde ya despuntaba su hijo menor, Óscar, que muestra hechuras de buen rematador. También es delantero el mayor, Miguel, que tras pasar por el Campobasso italiano este curso estudia Educación Física en Valladolid y juega en el Deportivo Mojados. La saga continúa.

Rematador que marcó toda una época, con aportación decisiva al crecimiento del Lealtad, Vigón figura por sus indudables méritos entre los deportistas más relevantes de Villaviciosa. Y sin embargo, con independencia de que las cosas puedan cambiar algo a raíz de este Episodio, sorprendentemente confiesa que "los aficionados más jóvenes no me reconocen, y de los niños ya ni te hablo". A lo que en un rasgo de modestia añade que "tampoco es que me importe mucho, y además sucede que ahora ya tienen otros referentes".

Finalmente resalta los nuevos retos que se le plantean a la entidad tras una última campaña para enmarcar: "Título y ascenso supusieron un doblete inolvidable, y además conseguido a base de trabajo y humildad. Javi Rozada ha sido un auténtico hallazgo y ahora hay que desearles suerte a él y a los chicos en una categoría tan difícil como la Segunda B. Asimismo quiero destacar la labor presidencial de Pedrín [Pedro Menéndez], que fue un magnífico jugador, compañero mío además, y que ha demostrado ser un gran gestor al llevar al equipo a superior categoría".