La discrepancia de dos buenos aficionados oviedistas acerca de cuál ha sido el mejor arranque liguero del equipo azul me puso sobre la pista de lo sucedido en 1944. No es un pasaje demasiado conocido, probablemente porque ya nos queda algo lejos y porque no se prolongó muchas jornadas, pero sin duda que supuso uno de los tramos más meritorios del Oviedo en sus 38 temporadas en Primera División. Y resalto lo de meritorio porque parece impensable que a un equipo se le puedan plantear de inicio mayores dificultades que las que afrontó el Oviedo en aquel estreno de la Liga 1944-45. Lo tuvo todo en contra, desde un aterrador calendario hasta la mala suerte, plasmada ésta en la baja del goleador Echevarría a sólo siete días del arranque liguero. Y no es que se lesionase en un entrenamiento, o en un amistoso de pretemporada, circunstancias hasta cierto punto normales para un futbolista; no, lo de Echevarría fue tan original como lamentable: Lo atropelló un coche cuando iba a los toros en las fiestas de San Mateo.

Ajeno a las duras pruebas que se le iban a presentar, el Oviedo había depositado muchas ilusiones en aquella campaña, en la que con Manolo Meana como entrenador estaba avalado por una vanguardia formidable. Y que se había ganado el calificativo de "tercera delantera eléctrica": Antón, Goyín, Echevarría, Herrrerita y Emilín. Este temible quinteto había marcado 71 tantos la Liga anterior, en la que Echevarría, de sólo 20 años, había anotado 25 y le había disputado el "pichichi" hasta el final al valencianista Mundo. Se comprende que algunos viesen al Oviedo como alternativa de poder. Y el caso es que lo fue. Contra viento y marea, pero lo fue.

En julio se dio a conocer el calendario de Liga, cuyo inicio parecía ideado por el enemigo. El Oviedo empezaría consecutivamente contra dos de los más grandes: El Real Madrid y el Barcelona. Mal asunto. Después vendrían el Español y el Granada, en teoría ya más asequibles. Pero el peligro era que si el equipo no se ponía las pilas podría pasar en blanco por el primer mes de Liga, lo que ya mermaría de mano cualquier pretensión de despachar una buena campaña.

La Liga arrancaba el 24 de septiembre y a medida que se acercaba esta fecha aumentaba la expectación. La campaña de socios discurría muy animada, a lo que también contribuían las goleadas de los azules en los ensayos de pretemporada. Nada podría ir mejor. Pero entonces, de repente, sobrevino la desgracia. El joven ariete Esteban Echevarría, el depositario de las mayores esperanzas azules, sufrió un grave contratiempo. El 16 de septiembre, en plenas fiestas de San Mateo, fue atropellado por un coche cuando se dirigía a pasar una tarde de toros en el coso de Buenavista. Se trataba del festejo taurino más importante del año, la corrida de la Cruz Roja, cuyo cartel formaban los ídolos del momento: Manolete, Arruza y Belmonte hijo. El espectáculo había atraído al "todo" Oviedo, incluyendo a Carmencita Franco Polo, hija del entonces jefe del Estado, el general Francisco Franco, y de la ovetense Carmen Polo. Por los abarrotados graderíos pronto corrió como la pólvora la desgracia del pobre Echevarría, que para un día que había toros en Oviedo resultaba tan duramente golpeado por el infortunio. Y a sólo ocho días del comienzo de la Liga.

Las lesiones fueron graves, y además se complicaron al verse afectada la pleura. Cuando salió del hospital aún tuvo que pasar Echevarría varios meses oxigenándose en las alturas de Pola de Gordón. La recuperación fue tan larga que en tres temporadas apenas si pudo jugar una veintena de partidos. La estrella más emergente del Oviedo, de sólo 21 años, se veía así fuera del equipo en vísperas de un exigente arranque de Liga.

La baja del goleador arrojó una nube de lógico pesimismo sobre la afición azul, que valoraba el peso de Echevarría en el equipo. Y el Madrid estaba en puertas. Y detrás el Barça. La situación guardaba cierto paralelismo con el circense "más difícil todavía". Si comenzar midiéndose a dos grandes ya era complicado, imagínense con la ausencia del "9" titular.

Manolo Meana, un técnico prudente y sabio que en 1947 saldría del Oviedo para hacerse cargo de la selección nacional, supo jugar sus bazas en ausencia de Echevarría. Aunque sólo faltaban ocho días para el arranque liguero, tuvo tiempo de trabajar el aspecto anímico del plantel, al que hizo creer en sus posibilidades pese a tan sensible baja. El recinto de Buenavista se llenó para ver el estreno liguero entre los azules y los "merengues". La afición bien pronto tuvo oportunidad de aplaudir a su equipo, en el que la figura del extremo Emilín se agrandó hasta el punto de marcar cuatro goles, todos los del Oviedo y del partido. Una tarde memorable la del recordado inventor del "córner de rosca". A los 5 minutos abrió el marcador de penalti; a los 12 anotó el segundo tras jugada con Herrerita y Chas; a los 25 aprovechó el rechace del meta madridista Bañón a disparo previo de Chas; y ya en la segunda parte cerró su estelar actuación al cabecear un córner botado por Antón. Las palmas echaban humo en Buenavista con una goleada que ni el más optimista hubiera soñado. Aquella memorable tarde el Oviedo formó con: Llorente; Pena, Román, Granda, Sirio, Villita, Antón, Alcalde, Chas, Herrerita y Emilín. Además, el 4-0 situaba al Oviedo como primer líder de la Liga.

Tan formidable victoria fue dedicada al paciente Echevarría. No sería la única. El Oviedo repitió éxito una semana después en Las Corts, donde nunca había ganado al Barça. La prensa catalana reparó en que "el Oviedo tiró de la manta para poner al descubierto las carencias azulgranas en defensa". Se ve que se esperaba otra cosa del conjunto local, que tras un buen arranque se vio superado por su rival, sobre todo en la segunda parte. El Oviedo, definido como "un equipo muy hecho, con un fútbol tan sobrio como efectivo", plasmó su superioridad a la hora de juego al cabecear Alcalde un medido centro de Emilín. Rufino Alcalde, burgalés de Miranda de Ebro, no volvió a marcar en aquella Liga, lo que dotó de mayor realce si cabe a su histórico gol.

El balance azul en dos jornadas era de dos victorias sobre los máximos candidatos a ganar la Liga, y de los que efectivamente uno de ellos, el Barcelona, terminaría alzándose con el título. Es curioso significar que el equipo azulgrana sólo encajó cuatro derrotas y que dos fueron ante el Oviedo. En la segunda vuelta caería en Buenavista por un estrepitoso 6-0, goles de Chas (4), Herrerita y Emilín. Por cierto que, para añadir a la tortura del marcador, la expedición azulgrana afrontó al regreso un penoso viaje en tren. Durante largas horas el convoy permaneció bloqueado en Pajares en medio de una impresionante nevada.

En la tercera jornada el Oviedo sumó otro triunfo para conservar el liderato, y aunque el resultado ante el Español se quedó en un apretado 1-0, su fútbol fue unánimemente elogiado. Concretamente, de su cuarto de hora inicial llegó a escribirse que "hoy por hoy no hay equipo en España capaz de mejorarlo". El portero Martorell se reveló la figura blanquiazul. Sólo pudo ser batido por Emilín, ya en el minuto 82, con un centro-chut que le sorprendió algo adelantado.

En aquellas tres primeras jornadas de la Liga 1944-45 el invicto e imbatido Oviedo se erigió en auténtica alternativa de poder. Ganó al Real Madrid y al Barcelona, y además los ganó bien, convirtiendo lo que parecía ser un terrorífico inicio de Liga en uno de los más gratos recuerdos para el oviedismo. Cierto que luego la racha se cortó con la inesperada derrota de Granada -un mito como Herrerita dejó dicho que influyó el cansancio del largo viaje-, pero eso no merma los enormes méritos de un plantel que se sobrepuso a todo, al difícil comienzo y a la ausencia de su hombre-gol. Aquella campaña el Oviedo la finalizó cuarto, un puesto que hoy le llevaría a la Liga de Campeones.

¿Cómo era aquél gran equipo?, ¿cómo sus futbolistas? Preguntas así suelen hacérselas los aficionados deseosos de profundizar en el glorioso pasado del club. Hemerotecas al margen las referencias no son muchas, y testimonios directos cada vez quedan menos. Por eso es una auténtica satisfacción haber conseguido la opinión de Constantino Álvarez Rodríguez, veterano periodista que vio jugar y entrevistó a unos futbolistas que hoy ya son leyendas.

El entrañable Tino, de 90 años de edad, trabajó cuatro décadas en el desaparecido diario "Región" y además fue corresponsal de "As". De aquel Oviedo se queda con su "enorme poderío ofensivo", un detalle no menor en una época en que el fútbol "era sobre todo ataque y ataque". Y puestas así las cosas resalta que "era fundamental acertar en el fichaje de los goleadores, y el Oviedo acertaba. Siempre tuvo muy buenos rematadores, asociados además a sus mejores etapas: Lángara, Cabido, Echevarría, Lalo, Galán, Marianín, Carlos... y no me olvido del actual, Linares, un chico que con sus goles puede sernos clave para el ascenso".Tino trató a prácticamente todos esos jugadores que cita, a algunos incluso en su tiempo de ocio, recordando que "solía verlos bastante en El Ferreru, una sidrería ya desaparecida que estaba en lo que es hoy la calle Palacio Valdés. Tenían una relación muy estrecha con la gente, que les adoraba y no era para menos. No había tanto autógrafo como en estos tiempos, pero creo que se hablaba más con ellos, yo diría que había una relación más de normalidad en el trato".

Aquel Oviedo lo lideraba el gran Herrerita, un mito del que dice que "era algo tímido, lo que acaso resultase difícil de entender para quienes veían su exuberancia sobre el terreno de juego. Pero así sucedía con Eduardo, que en ese aspecto tenía doble personalidad porque cuando saltaba al campo se transfiguraba. Era un vendaval, lo daba todo, que era mucho, y además tenía calidad. Estaba rodeado de jugadores excepcionales, pero él era lo máximo".