Un año más para todos. O para casi todos, porque el fútbol parece de permanente «primera comunión». Y ya pasaron 144 años desde que se pusiese de largo con unas sencillas reglas de funcionamiento y 159 desde que se vistiese de corto para ofertar sus virtudes y defectos a una historia que no se detenía y lo observaba con atención.

Así, mientras en Cambridge se acunaba la teoría de aquel balompié condensado en 14 artículos de amistad y convivencia, París daba luz a Paul Gauguin, uno de los grandes, que también se escapó de su tiempo en busca de otras civilizaciones. Y mientras el mítico Parker$27s Peace era espectador excepcional del primer encuentro regido por «las reglas de Cambridge», el mundo asistía al nacimiento de Henry Ford y Randolph Hearst, que posteriormente revolucionarían, respectivamente, la industria del automóvil y de la prensa. Y aunque la historia seguía su curso, aquel deporte basado en la sencillez y el respeto, sin renunciar a la victoria, seguía contaminando con su pasión, su belleza y su entusiasmo a una sociedad que asistía perseverante al espectáculo de los sentimientos. Hasta nuestros días.

Por eso, en fechas de celebraciones, caben los buenos deseos y los agradecimientos: «A José, Antonio, Miguel, PacoÉ y también a Pelé, Maradona, Cruyff, Quini, Ronaldinho -un poco más populares- por hacer posible nuestros sueños infantiles.

Y gracias, sin límites, al balón por su sumisión, al utillero que nunca nos falló, al cuidador del campo que soportó nuestras quejas y silenció nuestros errores, al directivo del fútbol base y al entrenador a tiempo parcial por su honradez, al taquillero, al de los refrescos del descanso y a tantos y tantos sin brillo porque sin ellos sería imposible darle vida al mayor espectáculo del mundo.