Dice el doctor Antonio Escribano, famoso endocrino por sus papillas y dietas a futbolistas del Sevilla, Murcia o Xerez, que en estas fiestas navideñas la gente «normal» engordará de dos a tres kilos, pero que el futbolista no entra en estas encuestas y que, por lo tanto, le están vetados esos márgenes de grasa. La mayoría de los entrenadores ya marca unos registros en más y menos (con más atención al más que al menos, evidentemente) y todos parecen ser conscientes de que el sobrepeso se asocia con la pérdida de velocidad y con el mayor esfuerzo y desgaste para conseguir el mismo rendimiento.

Pero el doctor Escribano, en uno de sus múltiples consejos a los vientos del deporte, envía un mensaje conciliador para dar un respiro a la intolerancia. Se alía con la moderación en todos los alimentos a excepción del alcohol, con tolerancia cero por su desconfianza y su posible amistad equivocada en el consumo. Claro que seguir con la fruta, la verdura y los espaguetis puede suponer una crueldad -después recompensada- en la larga mesa de Navidad. Por eso algunos, muchos, aportarán más a ese fondo común de vestuario para los eventos de complicidad que durante la temporada se celebran con sabor a conciliación, análisis y respeto. Seguro que algunos pagarán más de un cubierto para recuperarse del asueto mientras sus músculos se reordenan.