Gijón, Víctor RIVERA

Quedaba poco menos de veinte minutos para que acabase el encuentro y el Sporting parecía abocado a la derrota ante un rival de la misma categoría como es Las Palmas. Pablo de Lucas, harto ya de que sus compañeros desaprovechasen las asistencias de gol con que les estaba nutriendo, se encontró un goloso balón que venía raso tras la dejada de un compañero. La posición era idónea, aunque un poco lejana, pero el alicantino no se lo pensó y conectó un zurdazo con destino a la escuadra de Pindado. Imparable. De Lucas, con puntos en una ceja y varias heridas en su orgullo, se dio la vuelta y celebró su primer tanto con el primer equipo del Sporting con un gesto de rabia.

«Le metí uno a la Ponferradina pero me lo anularon el año pasado y éste no lo celebré con rabia, pero sí con ganas», bromea el centrocampista alicantino en el día después. Pablo de Lucas es uno de esos futbolistas atípicos, dotados de una enorme calidad, pero a los que les cuesta encajar en determinados sistemas de juego. Además necesitan, aunque no siempre encuentran, la comprensión y la confianza de entrenadores y de aficionados.

En el verano de 2004, Pablo de Lucas recogía dos trofeos. Como capitán del equipo juvenil el que acreditaba al Sporting como campeón de España y, a título individual, era distinguido como el mejor jugador del torneo. Eran tiempos felices y el futbolista, demasiado joven aún, levanta una gran expectación.

El paso al profesionalismo no fue fácil. Los sistemas ya no son tan ofensivos y la presión se multiplica por mil. A De Lucas le costó encontrar su sitio y adaptarse a la nueva realidad. Sólo con la calidad no se vive. «Desde que subí al primer equipo no tuve la confianza ni los minutos que todo futbolista necesita para poder explotar y quizá también me faltó una pizca de suerte cuando entré en el equipo», argumenta.

Ciriaco primero y Preciado después lo utilizaron como mediapunta, hasta que mediada la temporada pasada, el alicantino mantuvo una conversación con el técnico en la que le pidió jugar en el centro del campo. «Lo que quería era entrenar como mediocentro para poder disputar un puesto en esa demarcación», explica. De Lucas reconoce que «hay otras zonas en las que también puedo actuar, pero sé que no lo puedo hacer igual de bien que en el centro del campo».

El futbolista asume el reto de luchar por un puesto a pesar de que se trata de un zona superpoblada de jugadores: «Eso es bueno para el club porque es una posición en la que hay que tener a bastante gente porque siempre hay muchas tarjetas y lesiones».

De Lucas confía en su calidad para hacerle ver al técnico que se trata de un jugador distinto del resto. «Quizá soy un poco más ofensivo y quizá por eso me tengo que adaptar un poco más a esa posición y sacrificarme un poco más para defender», valora.

Este verano, Pablo de Lucas ha vuelto muy cambiado. El futbolista va alcanzando la madurez y parece dispuesto a pelear un puesto en el once. Se le agresivo, tirándose al suelo y disputando los balones aéreos. Si a eso se le suma la calidad que sigue teniendo su pierna izquierda, el resultado son actuaciones como la que tuvo ante Las Palmas.