Ya ha pasado un año. Fernando Alonso llegó líder el año pasado a Bahrein. En realidad, desde que se puso la corona en 2005, salvo un esporádico empate a puntos con Michael Schumacher en 2006, nadie le había arrebatado el cetro hasta que la Criatura se le subió a las barbas. En Sahkir comenzó todo. El piloto asturiano sufrió lo indecible en aquella carrera a raíz de que durante la noche le cayera un plafón del techo a su monoplaza y lo dejara dañado. Ya ha pasado un año y desde aquel entonces el niño mimado de McLaren siempre fue líder del Mundial. Salvo cuando acabó la última carrera, en Brasil. Ahí lo perdió todo en favor de Raikkonen. Esta temporada recuperó el primer puesto del Mundial en Australia. Lo mantuvo en Malasia a duras penas. Y lo perdió ayer. Un año. Se ha cerrado el círculo. La Criatura ya no es lo que era. McLaren ya no es lo que era. Sólo Fernando Alonso es mejor. Más fuerte. Más seguro. Está conociendo el lado amargo de la competición. Está peleando en el medio del paquete. Pero lo hace como el campeón que es. Sólo se puede saborear lo bueno cuando se conoce el lado malo. Hay veces que un décimo puesto sabe mejor que un quinto, que es donde quedó situado el mejor McLaren -el de Kovalainen- tras la carrera de ayer. Todo depende del color con que se mire.

En la crono está la emoción. Las prestaciones del R28 en comparación con otras escuderías llevan a los aficionados a buscar alegrías en detalles que van más allá de la posición final que pueda ocupar Fernando Alonso. Todo el mundo es consciente de que Renault no está para pelear por las victorias. Ni siquiera por los podios. En realidad, la única emoción de los tres primeros Grandes Premios ha estado en las cronos. Los sábados se han convertido en una agonía por ver si el ovetense es capaz de llevar su «cuatro latas» a la Q3, la crono en la que se baten los valientes. Y lo ha hecho contra viento y marea. Con el coche descargado de combustible es capaz de arañar décima a décima, centésima a centésima y milésima a milésima a sus rivales. Un Honda, un Toyota y los dos Red Bull, entre otros, cayeron ante el empuje del Rey del viento en el desierto de Sahkir. Otra cosa es cuando a este R28 se le carga de combustible y tiene que hacer la Q3. Alonso casi ni lo intentó esta vez. De hecho, su privilegiada cabeza le hizo idear una estrategia que el jefe de ingeniería, Pat Symonds, tumbó a las primeras de cambio. El asturiano quería cargar el coche de combustible y no disputar la crono 3 para no desaprovechar el único juego de neumáticos que le quedaba nuevo y ahorrar la mayor cantidad de carburante de cara a la carrera, consciente de que era imposible mejorar la décima plaza. Symonds -el mismo con el que discutía antes de marcharse a McLaren- le dijo por radio: «Mantenga la estrategia prevista, mantenga la estrategia prevista». Alonso, disciplinado, dio tres vueltas: una la lanzada, otra la de crono y la última, la de regreso a boxes. No salió más porque sus tiempos estaban lejos del resto. Pero el daño ya estaba hecho. Se quedó sin neumáticos nuevos para la carrera.

En busca del Alonso perdido. McLaren ha tardado justamente una carrera en perder el Norte. La inercia «pos Alonso» se mantuvo en Australia y permitió a la Criatura ganar su primera y única carrera hasta el momento. La luz, la clarividencia que aporta el asturiano, se está transformando en tiniebla sin llegar a la negrura. McLaren no sabe dónde está el Norte que le marcaba Alonso. Los reglajes, los trucos, la telemetría, el paso por curva... La pérdida de las ayudas electrónicas a la conducción está castigando a los menos sabios. No es que sea consuelo para un bicampeón, pero sí para gran parte de la afición que sigue a ese bicampeón. ¿Hay algún alonsista que prefiere que gane la Criatura antes que un Ferrari o un BMW, por ejemplo? En fin, que Alonso no ganará esta guerra, pero sí pequeñas batallitas que dejan muy buen sabor de boca. A saber. En Malasia fue enseñar la matrícula de su coche a los dos McLaren (es verdad, fueron sancionados, pero también cuenta) en la parrilla de salida. Y ayer fue adelantar a la Criatura en plena recta. ¡Adelantar! Sí. ¡A la Criatura! Sí. Al parecer, el niño mimado de Ron Dennis caló el coche o tocó otro botón del volante al apagarse los semáforos rojos. O lo que sea. Realmente importa poco el motivo. La resultante fue que se quedó clavado en medio de la parrilla mientras por derecha e izquierda le iban rebasando coches. Y uno de ellos, el Renault de Alonso, que cubrió la primera vuelta octavo. En la segunda, la Criatura, vencida por la presión y ofuscada por las ganas, embistió a su ex compañero. Pero salió muy mal parado. Rompió el morro -y, ojo, fue un mal menor- y tuvo que ir a boxes. Carrera arruinada. Ni puntuó. Y McLaren acordándose de la regularidad de Fernando Alonso. De la aportación del asturiano. De su fiabilidad. De sus ganas. De esas seis décimas de mejora en las que cifró Dennis la aportación del ovetense. La realidad es que las flechas plateadas antes sólo tenían que preocuparse de Ferrari y de perjudicar a Alonso en beneficio de la Criatura. Ahora también se les han colado los dos BMW. Ayer doblete de los bólidos rojos y doblete, por detrás, de los alemanes. Flechas de plata... de lo que hace la gata.

Desastre aerodinámico. No hay mal que por bien no venga. Pero aún así, no hay mal que no se deba analizar. La embestida de la Criatura dejó dañado el R28 de Fernando Alonso. En un buen coche de carreras, tener tocado el alerón trasero puede dar al traste con el Gran Premio. El coche se convierte en inconducible. Y el riesgo de salidas de pista aumenta considerablemente. Sin embargo, Fernando Alonso controló perfectamente su monoplaza. En su primera parada a repostar pidió que le retocaran el alerón delantero y así reequilibrar mínimamente el coche. Acabó la carrera sin mayores problemas. Lo que da que pensar es que este R28 es un auténtico desastre aerodinámico. Da igual un alerón completo que un alerón dañado, medio roto. Los resultados son los mismos. ¿Para qué tantos millones y tanto túnel del viento? Si la aerodinámica no hace su función, es que la aerodinámica es un desastre. Así de claro.

Esto es lo que hay. Fernando Alonso acabó en el mismo décimo puesto en el que empezó. Por detrás suyo finalizó la Criatura, que comenzó delante, pero se le coló el Toyota de Timo Glock, algo previsible teniendo en cuenta el avance cualitativo que han dado los japoneses en el presente curso. Es decir, en circunstancias normales Fernando Alonso estará fuera de los puntos. Desde Hungría en 2005 cuando un golpe con Ralf Schumacher le obligó a entrar a boxes a cambiar el morro y perdió todas las posibilidades, el asturiano siempre había puntuado en todas las carreras que terminó. Salvo ayer. Pero es lo que hay. Renault está obligado a dar un importante salto en su evolución para Montmeló o perderá el tren definitivamente. «El R28 no tiene cáncer, pero sí dolores», dijo Briatore en Bahrein. El ya famoso amortiguador de inercias y un nuevo paquete aerodinámico deben empezar a calmar los dolores. En caso contrario, el cáncer avanzará. Y podría ser incurable.