Pedro y Diego Castro pedían la pelota bien pegaditos a la línea de cal y montaban peligrosos ataques de fuera hacia dentro. Así llegó el primer gol del Sporting. La Rosaleda enmudeció, pero la alegría les duró muy poco a los rojiblancos. El tiempo que tardó el Málaga en mandar un balón por vía aérea a Baha. El marroquí, una especie de clon de Salva, resultó inapelable. Ambos equipos firmaron una tregua y parecieron dar por bueno el empate. Tan sólo una colada de Paulo Jorge al filo del descanso sobresaltó a Roberto.

Todo parecía bajo control y el segundo tiempo comenzó donde nos habíamos quedado. Hasta que Muñiz decidió ir a por el partido y dio entrada a Gerardo para castigar a Raúl Cámara. El primer desajuste en la derecha acabó con un centro de Jesús Gámez y un prodigioso testarazo de Hidalgo a la misma escuadra. La avería aún no era grave y había mucho tiempo para reaccionar. Pero no fue así. Preciado de nuevo estuvo tardón con los cambios y no sacó a Omar hasta que fue tarde. El tercer tanto local, resume lo que es la defensa del Sporting. Un balón inocuo, que Eliseu pierde hasta en tres ocasiones y el lío monumental que se montan Sastre y Raúl Cámara. La pelota le llega a Hidalgo que asiste de tacón a Gerardo para que marque con frialdad y se escancie un culín al estilo del Guaje.

A partir de ahí, el Sporting sí que fue con decisión a por el partido. Jugó mejor que en todo el encuentro y atacó con criterio. Incluso se podría decir que mereció empatar, pero Goitia, que también juega, dejó dos paradones a tiros de Jorge y Omar. El gol de Hidalgo sólo sirvió para que el colombiano presentase sus credenciales y se quitase varios kilos de presión de las botas.

La derrota no será grave si el Sporting hace sus deberes en casa, pero ya empiezan a retumbar en la memoria los puntos que se fueron de El Molinón. Como nadie está para tirar cohetes y el calendario es propicio, hay que mantener la ilusión.

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