Walcott parecía empeñado en repetir la historia para que Nick Hornby escribiese la segunda parte de su genial «Fiebre en las gradas» editado tras el clásico de 1989 donde Michael Thomas hizo campeón al Arsenal con su gol «in extremis». Pero Touré derribó a Babel y todo cambió en un minuto desde los once metros. Anfield había puesto su especial atmósfera y la vida se volvía a detener para dar paso a uno de los mejores guiones de fútbol de la historia. Los Gunners comenzaron, durante los primeros 20 minutos, comiéndose la puesta en escena con un reparto sin actores secundarios; y los Reds respondieron con la velocidad y la geometría de Benítez, que no permite medianías en la entrega. El Arsenal se mostraba «como en cada escenario» y el Liverpool seguía al pie de la letra el olor a tiza de una pizarra familiar. Los cañoneros, fieles a su tradición -nunca el balón les sentará en el banquillo por malos tratos-, intentaron de nuevo su trasparente repertorio sin éxito, hasta que el pequeño Walcott rompió el orden establecido: se apoderó del balón en su área y, con el silencio contenido de Anfield, «caminó solo» más de 75 metros, salvando obstáculos con conatos de agresión, dando once toques sin socios y contra su propia filosofía, hasta hacer el pase perfecto para la siguiente eliminatoria, que culminó Adebayor. Pero Touré derribó a Babel y Anfield volvió a descubrir las razones del fútbol que la razón no entiende. Quizás a Hornby no le importe hacer esa parte de la derrota sin fracaso de su equipo.