Oviedo, Mario D. BRAÑA

Desde 1996 no se cumple, pero hubo un tiempo en que la famosa frase de Gary Lineker, aquel delantero inglés de la década de los ochenta que llegó a jugar en el Barcelona, era artículo de fe: «El fútbol es un deporte de once contra once en el que, al final, siempre gana Alemania». Desde la Eurocopa-96, la selección alemana no ha levantado ninguna Copa, pero en el Mundial del año pasado, ante su público, empezó a dar muestras de recuperación. Sólo la reina del resultadismo, Italia, le apartó de la posibilidad de optar a su cuarto Campeonato Mundial.

«Die Mannschaft» («el equipo») es un apodo muy apropiado para una selección que, aun contando con destacadas individualidades, siempre ha primado la labor de conjunto. Gracias a eso, en su palmarés figuran tres Campeonatos del Mundo y tres títulos de la Eurocopa. Durante la última década, el bajón del fútbol alemán ha sido evidente. Jurgen Klinsmann devolvió el orgullo a su afición con una selección muy renovada y competitiva. Su ayudante entonces, Joachim Löw, ha sabido gestionar la herencia.

Ante la Eurocopa, Alemania vuelve a figurar entre los candidatos al triunfo por algo más que la historia o los tópicos. Cuenta con un bloque muy sólido, salpicado por futbolistas de talla mundial en todas las líneas. Jubilado Kahn, la portería está abierta a tres buenos guardametas: Lehmann, perjudicado por su suplencia en el Arsenal; el ex barcelonista Enke (Hannover) y Hildebrand, que gana enteros por su progresión en el Valencia.

De la lista de buenos defensas destaca Lahm, lateral del Bayern Munich codiciado por los mejores equipos de las ligas italiana, española e inglesa. En el centro del campo, preferiblemente por la banda derecha, resulta fundamental Schweinsteiger, a la vez que parece atisbarse la recuperación de Michael Ballack. Para el ataque, a los ya conocidos Klose, Podolski y Kuranyi se ha unido Mario Gómez, el ariete de ascendencia española del Stuttgart que lleva una media espléndida con el equipo nacional: seis goles en nueve partidos.

Alemania logró una plácida clasificación para la Eurocopa, favorecida por un grupo muy desequilibrado. Confirmó su condición de favorita, junto a la República Checa, y sacó diez puntos a la tercera clasificada, la República de Irlanda; once a Eslovaquia, doce a Gales y trece a Chipre. Sólo perdió un partido, frente a los checos, cuando las dos selecciones ya tenían asegurado su pase a la fase final.

En teoría, Alemania también tiene el camino libre para clasificarse para los cuartos de final. En su grupo sólo Croacia parece en condiciones de plantarle cara, ya que Polonia está un escalón por debajo y la selección anfitriona, Austria, ya recibió un 0-3 en un partido amistoso disputado en febrero. Los goles de Hitzlsperger, Klose y Mario Gómez resolvieron en el segundo tiempo un partido al más puro estilo alemán: pesado y sumamente efectivo.

Una voz autorizada en Alemania, el ex internacional Lothar Matthaus, ha rebajado el tradicional optimismo alemán. Se basó en datos como el segundo puesto en la fase de clasificación, o la presencia de sólo dos jugadores alemanes (Klose y Lahm) entre los 30 nominados al FIFA World Player. Además, Matthaus comparó los éxitos de futbolistas de su generación en ligas fuertes como la italiana (Klinsmann, Voller, Brehme y él mismo) con la escasa relevancia de los internacionales actuales en los campeonatos más fuertes.

«Y sólo fuimos capaces de acabar terceros en la Copa del Mundo en nuestro país, quedando detrás de otras dos naciones europeas», recuerda el renombrado ex centrocampista, en paro tras entrenar al Red Bull Salzburgo austriaco. «Por eso -concluye Matthaus como aviso a navegantes- nadie puede proclamar seriamente que somos un gran favorito en el Campeonato de Europa».