Mientras la grada seguía tronando contra Hevia Obras, los jugadores del Sporting se dedicaron a eso, a jugar. Se tiraron al cuello de su tierno rival, que no opuso demasiada resistencia. Gallardo, que se quedó enganchado mientras sus compañeros tiraban el fuera de juego, permitió a Jorge marcar los tiempos en un cabezazo a placer. El Sporting encontró lo que necesitaba, un gol rápido para tranquilizarse y tranquilizar a su gente.

Sólo seis minutos después llegó la jugada que rompió el partido y algo más. La suerte del Sporting fue la desgracia del Sevilla, que quedó para el arrastre. Kike Mateo, ajeno al drama de Redondo en su empeño por evitar el gol de Bilic, marcó y abrió la espita de la fiesta. Porque a partir de ahí, el Sporting jugó a placer, mientras que el Sevilla Atlético no sabía si defenderse, atacar o acompañar a Redondo hasta el hospital.

Bilic, superada la conmoción de su involuntaria participación en la lesión del defensa sevillista, también tuvo tiempo para confirmar su evolución futbolística. De aquel ariete impetuoso, y muchas veces atropellado, de su primera etapa rojiblanca ha pasado a ser un delantero con detalles exquisitos, como el del cuarto gol. Amortiguó un centro de Diego Castro y, de espaldas a la puerta, le tiró un sombrero a su marcador, Cala, que finalizó con un remate imposible para el portero.

El golazo enloqueció El Molinón, poco acostumbrado últimamente a tanto desahogo en el marcador y en el juego. El Sporting se regaló media hora de fiesta, mientras miraba de reojo un marcador que no paró de lanzarle guiños de complicidad. Con el partido roto, las ocasiones se sucedieron en las dos porterías, pero ninguna tan clara como la que desaprovechó a boca de puerta Barral, que tiró fuera un pase de Omar que era gol o gol.

Poco importaba a esas alturas, con el equipo jugando de cara a la galería y la gente sintiéndose en la gloria. Todo era positivo en una jornada redonda. La afición vio un Sporting hecho y derecho, que convirtió la presión en un motor para mejorar su fútbol y confirmar su pegada. La recuperación de jugadores fundamentales tiene mucho que ver, pero sobre todo esa disposición para ir a por el partido sin contemplaciones. Con eso y una condición física envidiable, El Molinón dejará de ser un chollo para cualquiera.

Con sus virtudes y los defectos de los rivales directos, el final de Liga se presenta de lo más prometedor para el Sporting. Tras la jornada de ayer, incluso puede permitirse algún pequeño tropiezo, poco probable si el equipo sigue mostrando tanta entereza y carácter. Parece que el Sporting ha puesto la directa.

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