La victoria ante el Sevilla Atlético tuvo para el Sporting aires de un ensayo general con todo para la gran fiesta del ascenso. Un resultado claro, el que más de todo el ejercicio desde el ya lejano inicio ante el Polideportivo Ejido; la reaparición de un completo Kike Mateo, ahora mismo el faro que los guía; el regreso de la seguridad defensiva; el golazo de estrella de Bilic; otro entradón y los resultados de los rivales más directos compusieron el escenario de una tarde, al fin, tranquila. El penalti de Sastre, tan protestado, se queda en una anécdota del camino. La desgracia del sevillista Redondo, seriamente lesionado, fue el único borrón de un encuentro casi completo, finalizado con la salida a los medios y el convencimiento de que el ascenso se ha puesto en bandeja y que este equipo no va a azotar la bandeja.

Porque el Sporting de ayer, con los matices que se quiera, mostró una muy buena cara, posiblemente la mejor de la Liga. La gente está con ganas y en forma y no vale la disculpa de que enfrente estaba un filial sin ya ningún problema o ambición. Roberto, con la excepción de un cabezazo en el primer tiempo y un tiro lejano ya al final, pasó uno de los días más tranquilos de los últimos meses. Y eso que, como casi siempre, el Sporting se puso en ventaja y se dejó empatar en medio de la indignación popular por el penalti. Pero el arranque de la segunda parte fue de equipo que cree en lo que está haciendo y que quiere agarrar con fuerza el objetivo que cada domingo parece más cercano. Se había quedado en que el ascenso pasa por ganar los partidos de casa. El Sevilla Atlético repitió, fuera de su campo, el resultado sabatino de sus mayores. La imagen que dejó el filial es que las mejores lentejas ya están escogidas.

Si el Sporting gana y se gusta en casa y los demás no son capaces, excelente. Y es lo que está pasando. El Elche fue vapuleado en casa por un Salamanca que en algunos momentos parecía un dream team. La Real no ha encontrado aún la página adecuada en la enciclopedia de la teoría de Juan Manuel Lillo para ganar y sumar los puntos precisos. O sea, que este año va a ser el rojiblanco. Porque el ascenso está en una bandeja llena de manjares y cubertería de plata. Ocho domingos quedan para cerrar el largo camino de la última etapa rojiblanca en la categoría segunda del fútbol español. Los síntomas mostrados en la húmeda tarde abrileña de un Molinón entusiasmado no pueden ser más felices. Como que todo indica que ha pasado el primer ensayo general de la gran fiesta del ascenso.