Estoy en un lugar llamado Gorathse, a un día de camino del campo base de la cara sur del Everest y Lhotse. Estoy teniendo más contratiempos que en otros viajes, y todo el ritmo de la expedición se ralentiza bastante. Por un lado, aún estoy esperando que lleguen los yacks que traen el equipo desde Namche Bazar; ya tenían que haber llegado hace varios días. Mi sherpa volvió a bajar a ver por qué se retrasaban tanto y encontró a los porteadores de «fiesta», llevaban dos días parados, borrachos. Total, tuvo que buscar otros porteadores, de su confianza, para que se hicieran cargo del equipo y continuar. En esas estamos, cruzando los dedos, esperando que llegue todo bien.

Por otro lado, tampoco tengo prisa, la situación ha empeorado con respecto a nosotros, los alpinistas, hay un enorme control militar, y han prohibido hacer fotos, filmar, ordenadores y teléfonos, o sea, nos quieren dejar incomunicados con el exterior, al menos a las expediciones que nos dirigimos a Everest o Lhotse. (En las otras montañas del Himalaya nepalí no hay estas restricciones).

Y lo peor es que han rebajado la cota a la que se puede ascender antes de el ascenso de la llama olímpica al Everest, prevista para el 10 de mayo. La primera orden era no superar el campo tres (7.600 metros) antes de ese día. Ahora la altura que nos han señalado es solo 6.500 metros (campo uno). Esto significa un retraso en la aclimatación y el abastecimiento de los campos de altura, tan importante que puede dar al traste con el éxito de todas las expediciones. Suponemos que este endurecimiento y nuevas restricciones llega como reflejo de las protestas de los tibetanos y la influencia de China cada vez mayor en Nepal, a través del Partido Maoísta, que ha resultado triunfador en las elecciones del día 10 de abril. Ahora pienso que, quizás, ha sido un error haber elegido el Lhotse como objetivo, y no haber ido a otra montaña, que no sea fronteriza con China, donde la situación a día de hoy parece que no se ha visto afectada por los últimos acontecimientos.

Todo depende de que China alcance la cumbre del Everest lo antes posible y se relaje la protección, y luego esperar que la climatología sea favorable durante una cantidad de tiempo razonable, que permita recuperar el «trabajo atrasado».

Tampoco sé si podré comunicarme en los próximos días o semanas. Como se puede apreciar, el estado es de total incertidumbre. Pero seguiré adelante hasta agotar todas las posibilidades.

Hasta pronto.

Rosa Fernández es montañera.

La montañera asturiana Rosa Fernández lleva desde primeros de abril en la cara sur del Everest para intentar ascender al Lhotse. A lo largo de este artículo expone las dificultades que se está encontrando para cumplir su programa de trabajo, fundamentalmente por las restricciones a las que se están viendo sometidos los montañeros a causa de la tensa situación política en China.