C omo dice Quinto Arrio en «Ben-Hur», el odio mantiene vivos a los hombres. Así que en estas últimas jornadas, con las grandes cuestiones prácticamente resueltas, llega el momento del odio. El odio (deportivo) mantendrá viva la Liga: los anticolchoneros vivirán para que el equipo del «Kun» no quede entre los cuatro primeros y no se clasifique para la Liga de Campeones, los madridistas querrán ser campeones lo más pronto posible para que el Barça tenga que hacer el pasillo al Madrid en el Bernabeu, los culés esperan que el Espanyol se hunda, los valencianistas mirarán con el colmillo retorcido la marcha del Villarreal y los béticos venderían su alma a Lopera (si no la hubieran vendido ya) con tal de que el Sevilla se desplome y no juegue la temporada que viene ninguna competición europea. Eso sí, todos quieren al Getafe.Los jugadores, sin embargo, seguirán a lo suyo. Por continuar con «Ben-Hur», seguirán remando al ritmo que les marquen los resultados. Decía Charlton Heston, el inolvidable protagonista de «Ben-Hur», que no es divertido rodar películas, y que las películas sólo son divertidas para los espectadores. El fútbol es, entonces, algo parecido a rodar una película. Los futbolistas no se divierten jugando al fútbol, los que se divierten son los espectadores. Por eso los futbolistas hablan tanto de «trabajo», al final de cada temporada están orgullosos del «trabajo» realizado y siempre proponen la misma receta, es decir, «trabajo». Pero trabajar no suele ser divertido. Ser galeote en un barco romano, tampoco. Siempre que Heston se ponía a las órdenes de William Wyler para rodar las escenas de «Ben-Hur» estaba trabajando, no divirtiéndose. Del mismo modo, cuando los jugadores de fútbol salen al campo lo hacen para trabajar, no para pasárselo bien. Ningún futbolista (al menos, en activo) lo reconocerá con la claridad de Heston, pero jugar al fútbol profesionalmente no es tan divertido como jugar el domingo un partido de solteros contra casados. A divertirse, a la grada. Al terreno de juego se va a remar.Mi ejemplo perfecto de jugador-galeote es Inzaghi, el jugador del Milán. Inzaghi no se divierte nada jugando al fútbol. Sólo se ríe cuando marca un gol. El resto del tiempo Inzaghi está tenso, concentrado, peleando con la defensa, bordeando el fuera de juego, saltando, acechando el área rival para aprovechar cualquier rechace. Inzaghi no es un jugador técnico, ni vistoso ni espectacular. Inzaghi es un trabajador del gol. Punto. Todos los futbolistas son galeotes, y casi todos son como Inzaghi. El trabajo, no la inspiración y demás chorradas metafísicas, es lo que permite que once tipos jueguen como un equipo. El pintor Antípatro afirmaba que le llevó cuarenta años poder pintar en cuarenta días, y a un entrenador le lleva mucho tiempo conseguir que once tipos no parezcan una banda ni un divertido equipo de solteros a punto de enfrentarse con un divertido equipo de casados.Wyler decía que los actores le odiaban en el rodaje, pero le idolatraban el día del estreno. Al final, según el director, no hay películas bien o mal dirigidas, sino buenas o malas películas. Una película, como un equipo de fútbol, es el resultado del trabajo de mucha gente. Y el objetivo es agradar al espectador, que es el que paga. Las gradas y las salas de cine están llenas de gente que se lo pasa de maravilla (aunque a veces saque pañuelos o salga indignada del cine) con el trabajo de futbolistas y actores, pero nunca debemos olvidar que lleva cuarenta años pintar en cuarenta días, que es duro ser galeote y que el odio que mantiene vivos a los aficionados cuando finaliza la temporada siempre tiene que ser un odio «artístico», como cuando en «Ben-Hur» odiamos a Mesala y deseamos que pierda en la carrera de cuádrigas con Ben-Hur. Todos amamos a Charlton Heston (Ben-Hur) y odiamos a Stephen Boyd (Mesala), pero los dos están trabajando. La diferencia es que uno corre con los caballos blancos del caíd Ilderim, y otro lo hace con los caballos negros de Roma.