El premio del quinto puesto quedó en manos de Mark Webber, que entró a un mundo de Kubica, cuarto con medio minuto de adelanto. Los inalcanzables dejaron dos de sus seis teóricas plazas para los terrenales. Kovalainen se fue de la carrera tras un tremendo accidente sin consecuencias graves. Salió el Mercedes de seguridad y su arbitraria regulación jugó esta vez contra Heidfeld. El de BMW no tuvo más remedio que entrar a repostar con el semáforo rojo en la calle de los garajes. No tardó en llegar la sanción. Diez segundos de «stop and go», parada obligada sin poder poner gasolina ni cambiar neumáticos.

De ahí salió Alonso beneficiado, pero pudo disfrutarlo sólo unos minutos. Webber agradeció el regalo, Button sumó los primeros puntos del año y Nakajima pudo entrar en el reparto.

Al piloto ovetense le queda la satisfacción de que hubo que esperar al repostaje para que le adelantasen. Es cierto que Hamilton y Kubica lo consiguieron con relativa facilidad, pero el inglés no se le había acercado demasiado durante una decena larga de vueltas tras el asturiano. Nada que ver con las facilidades que daba hasta ahora el R28. Y es que el destino se empeña en unir a dos pilotos que no deberían cruzarse si la lógica se empeñase en aplastar las carreras. Fernando Alonso y Lewis Hamilton, enemigos íntimos desde que compartieron garaje, se vieron otra vez las caras. No saltaron chispas como en Bahrein porque el inglés se contuvo y supo aguardar al baile en el pit-lane.

La misma paciencia que tuvo Alonso en la salida, cuando no intentó misiones imposibles. Salió por la parte sucia hacia la primera curva, trató de tapar a Massa, que salía tercero, pero no pudo evitar que el brasileño se colase para empezar a dibujar el doblete ferrarístico.

El abandono forzado de Alonso llevó la decepción al circuito, pero dejó el poso de que el asturiano tiene un coche muy mejorada. Fue un dulce abandono.

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