Madrid, Efe

Roberto MORALES

El Real Madrid ha conquistado, 18 años después, dos ligas de forma consecutiva, pasando de la campaña del «Juntos podemos», con la que la pasada temporada arrebató el título al Barcelona con una remontada, a la victoria épica de Pamplona con diez jugadores y dos goles en los últimos cinco minutos.

El madridismo saborea dos ligas consecutivas, conseguidas de forma bien distinta -la pasada con remontada de puestos y la actual líder desde el inicio-, pero con más de una cosa en común: la garra, el espíritu de lucha y el hambre de títulos de una plantilla que respira fútbol.

La campaña del «Juntos podemos» fue el inicio de una nueva era para el Real Madrid. Después de cuatro años sin títulos y eliminados de Liga de Campeones por el peor Bayern de la última década, la imagen de unidad del equipo blanco en el Camp Nou, cuando se le escapó el triunfo en los últimos segundos, llevó a la directiva a crear un lema que arrastró pasiones. Los jugadores grabaron mensajes para la afición, algunos sin saber la repercusión que tendrían, y el madridismo respondió. En el ambiente de unidad que se creó, la plantilla blanca empezó a creer en sus posibilidades y acabó ganando una Liga, repleta de sufrimiento, con el momento cumbre en La Romareda y el triunfo final, con remontada incluida, en el Bernabeu ante el Mallorca.

Este domingo todo era distinto. Del mejor escenario al más hostil. El Reyno de Navarra nunca fue plato de buen gusto para un jugador del Real Madrid, y con el Barcelona en el horizonte y la posibilidad de cerrar la Liga en el Bernabeu más de un jugador prefería esperar a mañana.

Pero sobre el césped nunca un jugador del Real Madrid juega a empatar. La expulsión de Fabio Cannavaro y el penalti de Gabriel Heinze provocaron una reacción llena de garra, para, en cinco minutos, voltear el marcador y sentenciar el título. El primer gol de cabeza en la carrera de Robben y un remate perfecto de Higuaín, el delantero que tenía pánico a la definición, dieron forma a la épica de Pamplona. Desde ayer siempre será recordada.

De lo que es el actual Real Madrid habla por sí solo el equipo que acabó sobre el césped. Diez jugadores y la mitad de ellos suplentes para Bernd Schuster. Alejado de los egos de la época galáctica, ningún jugador de la actual plantilla se quejó de su situación en los medios de comunicación.

El brasileño Julio Baptista fue el primer ejemplo. De transferible en pretemporada a pieza clave tras su gol en el Camp Nou, que fue el primer paso en firme hacia el título. El último caso es el argentino Javier Saviola, que acaba la campaña de titular tras un año en el que se armó de paciencia esperando la llegada de su oportunidad.

Esta temporada se pasó del «Juntos podemos» de hace un año al actual «Formamos un equipo». La plantilla mezcla gente joven con hambre de entrar en la historia del Real Madrid y jugadores con un currículum lleno de títulos que son insaciables.

Finalizada la época galáctica y sin grandes estrellas, el poder español ha sido clave en el vestuario. Raúl ha sido el líder. El capitán que asume la responsabilidad del grupo. Un ejemplo para todos por su sacrificio diario. Ha conducido a la plantilla hacia el fútbol. Un vestuario nuevo en el que ya no caben situaciones extradeportivas de anteriores campañas.

Junto a Raúl, Guti e Iker Casillas han formado la base para hacer realidad el sueño de la directiva, formar un equipo, comandado por Bernd Schuster, que, a ráfagas, ha cumplido con la mejoría del juego esperada.

Desde ahora, el club mira el futuro. Tiene la base de un equipo joven, formado, en el que jóvenes valores deben seguir creciendo, mezclado con veteranía. La directiva quiere realizar pocos fichajes, pero de calidad contrastada. El primer objetivo será el asturiano Villa, al que quiere atar cuanto antes. El nuevo reto es recuperar el prestigio perdido en Europa.