Madrid, Efe

Adrián R. HUBER

El alemán Bernd Schuster ha sido pieza clave en la consecución del trigésimo primer campeonato de los blancos al cargar sobre sus espaldas la mayor parte de la presión y al saber sacar el mayor provecho a sus figuras.

Nacido en Augsburgo (Baviera) el 22 de diciembre de 1949, Schuster recaló en España -en el FC Barcelona- procedente del Colonia y después de haber sido, con sólo 20 años, la gran figura de la selección alemana que ganó la Eurocopa-80 de Italia. Su brillante palmarés como jugador no fue aún mejor porque renunció a jugar con su selección en una época en la que ésta disputó tres finales mundialistas, las de 1982, 86 y 90, ganado la última.

Futbolista de tremenda personalidad, debutó como entrenador en el Fortuna la temporada 1997-98, antes de dirigir al Colonia en Segunda y de regresar a España como técnico la temporada 2001-02, en la que dirigió al Xerez, con el que estuvo a punto de dar la campanada y subir a Primera.

Tras dirigir al Shakhtar Donetsk ucraniano, retornó a España para ponerse al frente, en Primera, del Levante, antes de hacer historia en el Getafe, al que llevó el año pasado a la final de la Copa del Rey y al que dejó clasificado para la Copa de la UEFA. De ahí dio el gran salto al convertirse en técnico de un equipo en el que, como futbolista, ganó, entre otros títulos, dos Ligas (1989 y 90) y una Copa (89).

Cocinero antes que fraile, supo desempolvar jerarquías perdidas dando mayor peso específico al grupo de los capitanes. Situó en su puesto preferido a Raúl, más cerca del área; dio mayor continuidad a Guti, genial en el centro de campo; recuperó al italiano Cannavaro para la defensa, y contó con la inestimable aportación de Iker Casillas, para muchos, el mejor portero del mundo.

Pero, sobre todo, y al margen de sus aciertos tácticos, supo acaparar el protagonismo y absorber la presión, liberando de la misma a sus jugadores. Con un talento tan grande que le permitió ya desde joven no tener que negociar nunca su propia personalidad, Schuster no está exento de tener, seguramente por ese motivo, un amplio número de detractores. En cualquiera de los casos, el alemán no deja frío a nadie.

A veces ingobernable en el seno de la propia entidad, pero siempre firme en su ademán, no evitó algún que otro rifirrafe con los medios de comunicación, en especial en Huelva, donde abandonó la sala de prensa en una acción que para unos fue un desplante, y para él, una reacción a una falta de respeto. Después de perder en Sevilla, no dudó en preguntar la procedencia del árbitro, a sabiendas que éste pertenecía al Colegio Catalán. Y también tuvo sus más y sus menos en el Bernabeu con Gregorio Manzano, técnico del Mallorca, que le eliminó de la Copa del Rey.

Schuster supo mantener la calma durante el bajón de los meses de febrero y marzo, en los que, aparte de caer en la Copa, también fue eliminado de la Liga de Campeones por el Roma, momento en el que sufrió el mayor acoso por parte de sus enemigos.

Apasionado del hockey sobre hielo, deporte en el que también pudo haber destacado, Schuster no patinó. Mejoró las cifras de Capello, su predecesor, y, aún lejos de la excelencia solicitada por Ramón Calderón, revalidó el título, algo que no lograba el Madrid desde hace 18 años. Y de paso, firmó su primer gran éxito como técnico.