Querido Juan, nos dicen que no pudiste ver el partido del sábado con un Molinón puesto en pie para sustituir a Míchel y sacar el partido adelante con la magia de ese Sporting que camina bien, seguro. Pero nos dicen también, y eso es lo importante, que estás mejor. Ya sabes lo que todos queremos a ese Juanele de sonrisa pícara y tímida con una mirada de agua que llega directamente a nuestros corazones. Para ver a tu Sporting aún queda un trecho lleno de sobresaltos con las buenas vibraciones que dan los corazones rojiblancos como lo hacían cuando tú, Ferrero, Joaquín o el gran Quini os salía el ingenio entre el sudor y las rayas de la camiseta. Ahora lo importante es ponerse bien, controlar la situación y decidir, como lo hiciste siempre, que el balón arañaba con dulzura tus botas. Lo comentamos alguna vez. Eras un chaval todavía y mientras yo te hablaba -en la antigua oficina sportinguista- de la vida, tú me hablabas de fútbol; pero nos entendíamos por qué ambos se deciden en partidos. Y tú tenías especial sensibilidad por la posesión para decidir. Recordarás que establecimos una estrategia para organizar tu día, regular la comida, el descanso y los entrenamientos. Acordamos con una prestigiosa academia tus clases. A los diez días siguientes del primer mes les llame -¿recuerdas?- para solicitarles el coste de las clases o darle las gracias por el detalle de no cobrarnos. Me respondieron que «en fin? vino... casi nada?». Así eras tú, Juan, libre, independiente, inquieto y terco como un buen aries y ¡cómo no! muy amigo de tus amigos. Ahora hazte con el balón y decide lo mejor. Cuídate y ponte bien. Ya sabes que nos tienes a todos atrapados con cariño.