J uegan el Madrid y el Barça en el Bernabeu y a nadie le importa ni el partido ni el resultado. Eso sí, nadie llegará tarde al estadio, a la butaca del salón o a la barra del bar porque lo más importante de este Madrid-Barça ocurrirá antes de que empiece el partido: el pasillo que, como manda la tradición, los jugadores del Barça harán a sus eternos rivales blancos, ya campeones de Liga. La foto del partido será la foto del pasillo azulgrana. ¿Y el fútbol? Bueno, sí, el fútbol está bien. Pero donde esté un buen pasillo que se quite un gol de chilena en el último minuto en plan Rivaldo.

Este miércoles, en el Bernabeu, asistiremos a un espectáculo en el que todo tendrá un significado sobrenatural. Asistiremos, pues, a un espectáculo medieval. En la Edad Media todas las cosas del universo tenían un significado moral o místico; del mismo modo, todas las cosas que sucedan en el Bernabeu en el Madrid-Barça tendrán un significado, y serán interpretadas en sentido moral o místico. Incluso las ausencias de Deco y Eto'o tienen significado, en este caso moral: los dos jugadores se borraron del partido para no tener que pasar el trago de hacer el pasillo al Madrid ni soportar la alegría de la afición blanca. Deco y Eto'o pensaron antes en sí mismos que en el equipo, y eso es imperdonable, como sabe cualquiera que haya jugado al fútbol aunque sólo sea en el patio del colegio. El pasillo del Barça, en cambio, no tiene significado moral, sino místico: el Bernabeu entrará en trance en ese momento, y quizás algún viejo socio dirá eso de «muero porque no muero». Si juega Saviola, también habrá que interpretarlo en sentido moral, y si consigue marcar un gol ya entraremos en el terreno de la mística. El breve espacio en el que no estará Ronaldinho tendrá significado moral. La actitud de Schuster en el banquillo será la del místico que sonríe ante el inagotable simbolismo del fútbol. Después de ver el ambiente que se va a producir en el Bernabeu en este rarísimo Madrid-Barça, habrá que leer a Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz para entender algo.

¿Quién es el responsable de que el Bernabeu se convierta por un día en un estadio medieval? ¿A quién debemos agradecer que podamos asistir a un partido de fútbol místico? No al Madrid, que es campeón de Liga porque alguien tenía que serlo, y ese alguien es el menos fallón de todos, el que más se lo ha creído, el que siempre supo que jugaba para ser campeón. Debemos agradecer este miércoles medieval y místico al Fútbol Club Barcelona, que ha presentado la dimisión de la Liga tantas veces como la Liga se empeñaba en abrirle la ventanilla. ¿Quién reconoce en este Barça al equipo que hizo que el Bernabeu se rindiera a la genialidad de Ronaldinho? Sólo la razón, el intelecto puro nos permite decir que el Barça es el Barça, como le ocurrió a Descartes con el trozo de cera del que habla en su «Meditación segunda». Como observaba Descartes, un trozo de cera que acaba de ser sacado de la colmena aún no ha perdido la dulzura de la miel, conserva algo del olor de las flores con que ha sido elaborado, es duro, frío, fácilmente manejable, y si lo golpeamos producirá un sonido; pero si acercamos ese trozo de cera al fuego, lo que restaba de sabor se exhala, el olor se desvanece, el color cambia, se hace líquido, se calienta, apenas se le puede tocar y, si lo golpeamos, ya no producirá sonido alguno. No son los sentidos los que me dicen que estoy ante la misma cera, sino la razón.

No son los sentidos los que nos dicen que estamos ante el mismo Barça que hizo historia en el Bernabeu, sino la razón. Este Barça recalentado ya no tiene la dulzura de la miel, no conserva el olor del juego de Ronaldinho, Eto'o y compañía, ya no es duro ni fácilmente manejable. Es un Barça líquido, apenas se le puede tocar y no produce sonido alguno cuando lo golpeamos. Mis sentidos me dicen que no es el Barça de Rijkaard, pero mi razón acude al rescate. Las ausencias de los tres jugadores que hicieron grande el Barça deben interpretarse en sentido moral. La foto del pasillo que los jugadores del Barça harán al Madrid campeón es pura mística. Y este miércoles, hasta la última brizna de hierba del Bernabeu tendrá un significado sobrenatural.