Oviedo, C. A. S.

Nacho Orviz no se encontró esta vez con las dificultades que suele deparar este monte. Como él mismo padeció hace dos años, las súbitas tormentas son frecuentes, con un tiempo cambiante, ora sol, ora nieve, que puede hacer estragos en las expediciones si no se adopta el máximo de precauciones. Una ladera cargada repentinamente de nieve propicia además aludes, como el que costó la vida a los citados Valencia y Sagaste. Por fortuna, la expedición del gijonés encontró una ventana de buen tiempo en la ascensión, aunque ya en el descenso no se libraron de una fuerte tormenta que lograron capear realizando acampada.

Otra particularidad del «Dhaula» es su difícil tramo final, de unos 50 metros de pura roca pelada (conocido como «la pala»), y donde se impone la escalada encordada por unas razones de seguridad a las que no es ajeno el fuerte viento que allí azota. Precisamente tanto Edurne como Nacho hicieron referencia a ese último problema, ya casi rozando la cumbre, y que les obligó a dar un plus de esfuerzo cuando prácticamente no les quedaba reserva de energías.

Como ha recordado estos días el propio bombero gijonés, puede darse por contento no sólo por haber hecho cumbre, sino por haberse librado de complicaciones no tan infrecuentes como congelaciones en nariz o dedos, o de una caída en esos duros metros finales.

El monte nepalí es ya el cuarto «ochomil» que conquista el gijonés, de 49 años de edad, cuyo primer éxito en la cordillera del Himalaya se remonta a 1997, cuando junto con los también asturianos Rosa Fernández, Silvino Falcón y Kiko Ruiz de la Peña coronó el pakistaní Gasherbrum II (8.035 metros). Posteriormente ascendió el Makalu (en 2004, de 8.463 metros) y el Nanga Parbat (en 2005, de 8.125).

Después de este éxito de Nacho, son dos los montañeros asturianos que cuentan en su palmarés con el Dhaulagiri. Jorge Egocheaga lo coronó el 26 de abril del año pasado con el ya citado navarro Iñaki Ochoa de Olza.