Estambul (Turquía)

Tarde de reuniones en el universo Renault. Preparativos, informes, análisis de la infinidad de datos que los ingenieros se traen desde la fábrica. Todo para tener listo hoy el ataque al GP de Turquía, los primeros entrenamientos libres del fin de semana, indicativo inicial de por dónde pueden ir los tiros cuando empiece a disputarse lo serio, de cómo se comportará el monoplaza sobre la pista. La carrera de Estambul alcanza categoría de examen para la marca del rombo, de reválida, de confirmación tras el avance mostrado hace un par de semanas en Barcelona.

Fernando Alonso comenzó a respirar tras el Gran Premio de España. Por fin tuvo un coche hecho bajo sus indicaciones, a su gusto. Y el cronómetro delató la mejoría. El asturiano puso al R28 a la cabeza del segundo pelotón, el que se disputa las migajas que dejan Ferrari, McLaren y BMW. Llegar hasta ellos todavía es una utopía. Los saltos en la F1 deben ser muy medidos. Un equipo que la temporada pasada viajaba en muchas ocasiones fuera de los puntos no puede pasar de la noche a la mañana a la cabeza del pelotón. El esfuerzo de la escudería y el plus que da un piloto como Alonso, el mejor preparador de coches durante el invierno, ayudan a dar un paso adelante. Ése que Renault quiere confirmar en Turquía para que la empiecen a ver como una alternativa de verdad. Es la forma de poner la primera piedra del nuevo castillo, uno que pretenden construir a semejanza del que tenían en 2006 y que terminó por derribarse al año siguiente, sin un Alonso que contribuyese a sostenerlo.

En la escudería gala empiezan ahora a recoger los frutos del fichaje del asturiano. Olvidado el desastroso 2007, el equipo se centró en hacer un nuevo coche. La base no es mala, pero Alonso se encontró con todo hecho cuando, en enero, comenzó a trabajar. Es lo que pasa cuando uno consuma un fichaje, que la casa ya está diseñada. Por eso el monoplaza que presentó el equipo en las tres primeras carreras del año guarda muchas diferencias con el actual.

Estudiada la herramienta, Alonso aplicó toda su sabiduría para encontrar esas décimas que le faltaban. El coche no terminaba de cuajar y le costaba horrores entrar en la tercera tanda de clasificación de los sábados, y vivía una odisea para puntuar los domingos.

La reacción llegó en Barcelona. Unos aletines aquí, un alerón delantero nuevo, un sistema de suspensión renovado y actualizado, unos tapacubos para refrigerar los neumáticos y el sistema de frenos... Entre unos y otros, entre piloto e ingenieros, acabaron por idear un coche que mejoró mucho al anterior. Alonso acabó por dar el toque maestro cuando, la noche antes de la sesión clasificatoria, mandó cambiar el chasis. Trabajo extra para el equipo, que se tuvo que afanar para sustituirlo y colocar el del coche reserva.

Todo fue perfecto y Alonso logró un segundo puesto en la parrilla que desató las emociones. La realidad de las cargas de gasolina lo puso después en su sitio. Detrás de Ferrari, McLaren y BMW, pero el avance era significativo porque Williams, Toyota y Red Bull ya no tenían nada que decir ante el R28.

En un día de éxitos, la rotura de motor en medio de la carrera fue la mayor pega. Es la sombra de duda que se cierne para este fin de semana. De ahí que los técnicos tengan la mosca detrás de la oreja, no vaya a ser que lo que por un lado mejora, haga flaquear la fiabilidad por otro. Como siempre en la Fórmula 1, las explicaciones fueron de lo más ambiguas. Dejaron claro que no hubo influencia por parte del piloto. «La razón ha sido una sorpresa. Fue en una zona que siempre va al límite en las carreras, pero fue toda una sorpresa». Es todo lo que reconoce el jefe de ingeniería del equipo, Pay Symonds, sin concretar dónde reside el problema. Algunas fuentes lo sitúan en el sistema de distribución del propulsor. Sea como sea, el que no aguantó se encontraba en su ciclo final de vida, y Alonso estrenará motor este fin de semana.