Tranquilidad de madre. En la Fórmula 1 hay una evidencia. O estás entre los mejores o tus familiares y amigos no te ven más que en contados segundos. Salvo que uno esté en la pista para ver el paso de los coches vuelta tras vuelta, claro. Pero no es el caso de los millones de seguidores que tiene Fernando Alonso. Sí es el caso de la madre del piloto ovetense, Ana, que acude a los circuitos en contadísimas ocasiones. En 2004, cuando Fernando Alonso cumplía una temporada gris con Renault justo el año antes de lanzarse a por los dos títulos mundiales, Ana estaba nerviosa en el paddock de uno de los circuitos del Mundial antes de iniciarse una carrera. «A ver si le vemos poco por la tele, eso será buena señal», dijo. Y explicó: «Es que cuando no estás luchando con los mejores, sólo te enfoca la televisión si tienes algún accidente o algún problema». Se acordaba la madre del piloto de cuando, en 2002, su hijo sufrió una brutal colisión en Brasil a causa de un neumático que había quedado en medio de la pista. Se acordaba de aquella imagen de Alonso atado a una camilla y con collarín, con el pulgar hacia arriba antes de ser introducido en un helicóptero para ser evacuado a un hospital de São Paulo. En fin, que seguro que su pensamiento se solidarizó ayer con las madres de Fisichella y Nakajima cuando el italiano embistió al japonés en la primera curva y ambos destrozaron sus coches antes del abandono. O de la madre de Kovalainen, que habría tenido su alma en vilo durante aquellos interminables minutos en Montmeló mientras «excarcelaban» al finlandés tras el escalofriante accidente sufrido. La televisión, que busca el morbo para retener audiencias, o repite accidentes o se ceba en problemas. En Montmeló, por ejemplo, la imagen más nítida y repetida de Alonso fue desde que comenzó el hilillo de humo blanco que indicó la rotura del motor de su R28 hasta que se bajó del coche por abandono. Ayer, sin ir más lejos, uno de los grandes protagonistas televisivos fue Kovalainen. Pero no porque luchara por la victoria. Luchaba por remontar desde la cola. El finlandés, perseguido por la mala suerte, pinchó un neumático en la primera vuelta que le lastró toda la carrera y le alejó de los puntos. ¡Vaya dos carreras que lleva la mamá de Heikki! La de Alonso, en cambio, a buen seguro que tuvo una carrera de lo más tranquila. Su hijo no apareció en pantalla más que lo estrictamente marcado en las pautas de las transmisiones televisivas para que cada escudería tenga su cuota de pantalla. No hay mayor consuelo que la tranquilidad de una madre.

La liebre y la tortuga. Renault ha mejorado, eso es evidente. O Toyota, Red Bull y Honda se han estancado. El caso es que la escudería de Fernando Alonso es ahora la cuarta en discordia tras las inalcanzables Ferrari, McLaren y BMW. Asumida esta premisa, al «alonsismo» sólo le quedan las alegrías parciales que pueda ofrecer el «rey del viento» con alguna de sus genialidades. Cuando los semáforos rojos del circuito de Estambul se apagaron, Fernando Alonso protagonizó una arrancada relativamente limpia en la que se vio obligado a salirse ligeramente en la primera curva para no quedar fuera de combate antes de tiempo, pero que le permitió remontar desde la séptima plaza en parrilla hasta la quinta. Había rebasado al Ferrari de Kimi Raikkonen. Casi nada. Y al entrar Kovalainen a cambiar sus neumáticos por un pinchazo, llegó a estar cuarto -su mejor posición en carrera- justo cuando se retiró el coche de seguridad, que había aparecido a las primeras de cambio por el accidente entre Fisichella y Nakajima en la primera curva. Fue el momento de gloria de Alonso y de un Renault que sigue lejos de los favoritos. Después, con la carrera ya lanzada, Raikkonen le dio una buena pasada aprovechando la mayor velocidad punta de su Ferrari. La liebre y la tortuga. Los bólidos rojos y los naranja. A Fernando Alonso sólo le queda aplicarse la fábula. Siendo constante, no cediendo nunca, teniendo fe, puede aprovechar cualquier resquicio para colarse entre los elegidos.

Lejos de la batalla. Ser sexto en Turquía cuando sabes a ciencia cierta que hay seis coches mejores que el tuyo es para tomárselo como una victoria. El puesto natural del R28 de Alonso es séptimo, como en la crono. El de Nelsinho Piquet (¿quién dijo que era buen piloto?) es otra historia. De no ser por el contratiempo de Kovalainen, el bicampeón habría concluido en esa posición. Es decir, que el ovetense está lejos aún, muy lejos, de la batalla. Lo que Alonso no ve es lo que millones de mortales apreciamos por televisión. Lo que Alonso no vio en Turquía es cómo la Criatura apretó de lo lindo a Massa en la segunda parte de la carrera porque iba más descargado y con una estrategia a tres paradas. Lo que Alonso no vio fue cómo el brasileño, esta vez sí, obró inteligentemente dejando pasar al británico para evitar un accidente. Lo que Alonso tampoco vio fue cómo Raikkonen no fue capaz de combatir a pecho descubierto con la Criatura pese a que el finlandés iba a una parada menos. O cómo Heidfeld, con una estrategia a base de ir más largo de combustible que el resto, remontó cuatro puestos respecto a la salida y acabó quinto. En definitiva, lo que Alonso no ve es lo que pasa por la cabeza de carrera. Lo que Alonso sí ve es lo que por televisión no vemos. Es decir, cómo se tiene que batir el cobre para mantener a raya a Webber y defender la sexta plaza con uñas y dientes. Cómo tiene que ir pidiendo información a su ingeniero sobre la situación de carrera, los que vienen detrás, a qué diferencia y con qué estrategia de paradas están corriendo. En fin, la Fórmula 1 llevada a otro nivel.

Un diez para Alonso. Fernando Alonso demostró ser un gran piloto en el mismo momento en que se montó en un Minardi, en su estreno en la Fórmula 1, en el año 2000. Era el benjamín de la parrilla por aquel entonces, pero se les subía a las barbas a los veteranos que también pululaban por la cola del pelotón. Cuando no puedes pelear por las victorias o por el Mundial, las batallitas son otras. Como pelear contra un coche idéntico al tuyo. En este caso el otro Renault. Pero Nelsinho está a años luz. O Alonso está de diez, como ustedes lo prefieran. Diez puestos le sacó en la crono (7.º y 17.º) y casi diez puestos le sacó al final de la carrera (6.º y 15.º) al brasileño. Pero esto no es consuelo para el bicampeón. Es la primera vez que no se sube al podio en el Gran Premio de Turquía y ésta va a ser la tónica toda la temporada. Sólo hay una pequeña posibilidad en Mónaco, donde Alonso ganó los dos últimos años. Allí es imposible adelantar y con el coche descargado, como en Montmeló, el piloto ovetense podría tener su oasis en medio del desierto de este curso. No para ganar, pero sí para tocar el cielo por un instante.