Oviedo, Álvaro FAES

Renato Bisignani desgrana con rutina, pero sonriente, las preguntas. Se las pone a huevo a Fernando Alonso, frente a un auditorio entregado. El italiano, rubio, espigado, todo presencia, es el encargado de conducir la «rueda de prensa» ante los invitados de Renault y sus patrocinadores. Nada para poner en aprietos al protagonista, sino un gesto de cortesía hacia los privilegiados que pululan por las zonas nobles de los circuitos: catering, champán y aire acondicionado incluido. Faltan un par de horas para la carrera y Alonso se atreve a pronosticar un quinto puesto. En condiciones normales sabe que su tope es el séptimo, pero decide arriesgar. Hay que tener contenta a la parroquia. Al final no se equivoca tanto. Sexto en Turquía y cuatro puntos al zurrón para poner sus totales en 499. Todo listo para pasar a ser cinco veces centenario, para entrar en el club de los 500. Ahora es sexto en la lista de ilustres. Schumacher, Prost y Senna encabezan el ranking. Alcanzará la cifra redonda en Mónaco si no hay contratiempos.

Números arrolladores para uno veterano de la parrilla a los 26 años, ahora en recesión con Renault después de vivir temporadas de gloria. «Esto es cíclico, hasta Schumacher ganó dos campeonatos y luego estuvo varios en blanco con Ferrari. Habrá que tener paciencia», dice. Sólo Coulthard y Barrichello mejoran al asturiano entre los pilotos en activo, los dos en el ocaso de la carrera. «Rubinho» se vistió de récord en Estambul. Con 257 presencias en la parrilla tumbó la marca de participación de Ricardo Patrese. El asturiano ya amenaza el puesto del piloto de Honda, y eso que «sólo» lleva 110 carreras, ante el espectacular récord de longevidad que opone Barrichello.

En una temporada de perfil bajo, Fernando Alonso sigue haciendo méritos para engordar la estadística. No caminará tanto como en las tres últimas ediciones, siempre por encima del centenar de puntos. Es más, aunque ingresará pronto en el club de los 500, perderá con seguridad un puesto en la clasificación histórica. Kimi Raikkonen sólo tiene ocho menos que el asturiano. También está a un paso de los 500 y la superioridad del finlandés, líder y principal candidato para llevarse el Mundial, le ayudará a superar a Alonso en el ranking. Por detrás no hay más peligro. Piquet padre -el hijo todavía sigue en blanco tras cinco carreras-, Mansell y Lauda completan la decena de históricos con más puntos en su haber. Entre ellos, como uno más, el piloto ovetense, todavía con la ilusión de conseguir pronto un coche que le vuelva a poner entre los grandes.

Entre el estreno sin puntos en Minardi (2001) y los 109 que no sirvieron para ganar el campeonato del año pasado, ha habido de todo. El crecimiento junto a Renault, desde la nada hasta el infinito, con los títulos de 2005 y 2006; la llegada a McLaren, una temporada buena en lo deportivo -pero sin título- y nefasta en lo afectivo; y la vuelta a casa para consumar una regresión al pasado, la vuelta a la lucha en medio del pelotón. «No tengo la presión de pelear por cada punto como si fuera el último, llego a las carreras más relajado, con ganas de disfrutar, de pasarlo bien en el coche y de salir con buen sabor de boca».

La fiesta de Massa. Domingo tras la carrera turca, más allá de la medianoche. Fernando Alonso ya está en Suiza, en su casa. Descansa con nueve puntos tras cinco carreras, pero seguro de que la suma empezará a aumentar, ahora que han dado un paso adelante. «El coche va mucho mejor. Estamos regularmente en los puntos, pero el próximo salto tiene que ser el definitivo para luchar de tú a tú con los grandes. Es el más complicado y no sabemos cuánto nos darán las mejoras que están por llegar». Ya desde Suiza, Alonso se confesaba en «El larguero», sólo unas pocas horas después de haber corrido en Turquía. En ese mismo momento, Massa festejaba el triunfo.

A orillas del Bósforo, disfrutaba en el Reina, local de moda en el Cuerno de Oro, referencia en la noche de la que fue capital turca hasta 1923. La gente guapa de la Fórmula 1 lucía palmito. Pocos pilotos entre la asistencia, entregada al disfrute de la música electrónica bajo el puente de Bogazici. Noche fresca y estrellada, Asia en la otra orilla y Massa de fiesta. «Me acabaré sacando pasaporte turco», dijo poco después de franquear la línea de meta. En el Reina, era el centro de atención en la zona más exclusiva del local, elitista discoteca al aire libre. Compartía confidencias con su guardia pretoriana y también con Rafaella, su novia de siempre y reciente esposa. Entraron por otra puerta en busca de discreción. Y se libraron del cacheo de los inmensos gorilas. Manoseo en la zona lumbar en busca de armas y paso obligatorio por el arco detector de metales. Por si las pistolas.