Oviedo, Mario D. BRAÑA

El asturiano Saúl, como la mayoría de sus compañeros en el Levante, no piensa en irse de vacaciones a partir del domingo, cuando acabe la Liga. Entre otras cosas, porque si no hay dinero para pagar la letra del piso, tampoco es cuestión de plantearse un garbeo por el Caribe. Para un futbolista joven como él, la temporada de la ilusión acabará siendo una pesadilla. Porque, como cualquier profesional, quiere cobrar por su trabajo. Pero ha conocido muy pronto el lado oscuro de ese fútbol de apariencia glamourosa.

Para Saúl Fernández García (Trevías, 9-4-85), la del Levante debía de ser la segunda oportunidad de impulsar su carrera, una vez que en 2005 decidió marcharse del Sporting, en pleno proceso concursal. En Málaga no le fue mal deportivamente, ya que debutó con el primer equipo en Primera División, pero también sufrió las consecuencias de la mala situación económica.

En el mercado invernal de la temporada 2006-07, Saúl cambió el Málaga por el Levante, en principio para jugar en el filial. La misma historia. Sus condiciones le permitieron jugar más partidos en Primera División, sobre todo esta temporada, pero en este año y medio apenas ha cobrado un 15 por ciento de lo estipulado en su contrato. «He trabajado gratis».

Como el resto de los jugadores, Saúl no pudo hacer efectivos los pagarés con que el club pagó las fichas de la pasada temporada. Como no había fondos, los futbolistas incluso perdieron dinero: «Los bancos me descontaron el 8 por ciento por los gastos». Lógicamente, un año después, la plantilla levantinista no aceptará más que dinero contante y sonante.

Los continuos incumplimientos del club les han llevado a realizar plantes, notas de protesta y anuncio de huelga. Como la que tienen convocada a partir del sábado, que implicaría no presentarse al partido con el Real Madrid. Los jugadores saben que cuando se acabe la competición se quedarán sin capacidad de presión.

Lejos de la imagen de lujo y frivolidad que acompaña a los futbolistas, algunos integrantes del Levante las están pasando canutas. «Estoy pagando el piso con el dinero de mi familia, pero mis padres no van a estar trabajando para mí. Hay días que no puedo ni dormir», recalca Saúl, que observa situaciones peores a su alrededor: «Algunos compañeros del filial han tenido que vender su coche y otras cosas para comer. Y a otros les han embargado la casa, o no pueden pagar el colegio privado al que van sus hijos».

Nada de esto altera a los dirigentes del Levante, que no sólo incumplen sus promesas, sino que lanzan amenazas más o menos veladas. «Dicen que la solución para el club es la ley concursal, pero a nosotros no nos vale porque ya me pasó en el Málaga y sólo cobré el 50 por ciento». Su esperanza ahora es el Ayuntamiento, «que nos ha prometido que cobraremos antes del 30 de junio».

El Ayuntamiento de Valencia ha cumplido su parte en el acuerdo con los dirigentes del Levante, al presentar un aval para solicitar un crédito por 8 millones de euros, más o menos la mitad de lo que se le adeuda a la plantilla. «Ya han pasado tres semanas, y nada. La sensación es que el club quiere que se acabe la Liga y ahorrarse el máximo dinero posible. Por eso hemos propuesto que nos den esa documentación. Seguro que cualquier banco nos lo concede».

Lo más positivo de todo esto, o lo único, ha sido el clima de unión logrado en la plantilla, que ha permitido al Levante realizar una segunda vuelta mejor que la primera, cuando contó con futbolistas fichados a golpe de talonario, como Savio o Riganó. «Es el mejor grupo que he encontrado en el fútbol. Veías a los compañeros correr, dar la cara por los otros, sobre todo Rubiales, que no apea el teléfono buscando soluciones», destaca Saúl.

También da las gracias «al fútbol español» por su solidaridad y pide comprensión si finalmente no juegan el domingo en el Bernabeu: «No queremos estropear la fiesta a nadie y menos al Real Madrid, que es un justísimo campeón. Pero nuestra única esperanza es que haya alguna solución antes del domingo».