Habíamos quedado en que ayer era el día en que no se podía fallar. Pues que vengan los finos analistas de gafes, meigas y demás hacedores de mala suerte y que expliquen lo sucedido en un Molinón espectacular, bello hasta la extenuación. Ni una butaca libre, con pancartas que recordaban el centenario de la inauguración del recinto, con globos rojos y blancos y con miles y miles de aficionados con ropajes rojiblancos. Era el día de dejar sentado que el ascenso es propiedad del Sporting. Tarde de sol y de lujo, ansias de victoria y esperanzas de llegar a los cuatro últimos partidos con otros tantos puntos de ventaja sobre la Real Sociedad. Enfrente estaba el estimable Salamanca, que pelea por sumar los pocos puntos que le faltan para respirar deportivamente, que social y económicamente es otra historia. Pues bien, con todo a favor, la clasificación, el ambiente, el momento y la necesidad (que no es lo mismo ascender que buscar la permanencia), el Sporting repitió uno de esos partidos de la primera vuelta y comienzos de la segunda. Reapareció el fútbol envasado al vacío, sin remate ni orden en el centro del campo. La disculpa del gol anulado a Kike Mateo, un gol como una catedral, llega hasta donde llega. Porque la historia del fútbol está llena de goles anulados y de penaltis injustos que se quedaron en nada por la capacidad de reacción del equipo afectado. El Sporting, flojo en la primera parte y entusiasta en la segunda, remató menos que nunca: el gol anulado a Kike Mateo, un cabezazo de Bilic que se fue por encima del larguero y otro de Canella fue el pobre balance rematador de un equipo que no pudo imponer su superioridad física frente a un rival que terminó andando. Un puñado de excelentes jugadores liderados por Quique Martín, pero lejos de la fortaleza física gijonesa.

El empate sabe a poco, aunque deje al Sporting segundo en la tabla, a la espera del Málaga, por el escaso juego de una tarde que estaba llamada a ser memorable. Y porque la ventaja con la que los rojiblancos regresaron de Santa Cruz de Tenerife ha quedado reducida en un cincuenta por ciento. La angustia de los momentos que viven los rojiblancos pudo resumirla el chico del marcador, que anunció un inexistente gol del Granada 74 en San Sebastián. El jolgorio fue enorme porque el punto sabía entonces a gloria. Ya se sabía que el ascenso no iba a ser fácil, pero la emoción de la temporada no puede dar paso a la angustia. Para ello, la cita de Vitoria será la mejor medicina. Este Sporting regala emoción.