Oviedo, Agencias

El español Rafael Nadal volvió a probar que es un jugador excepcional e irreductible. El sábado defendía su segunda plaza del ranking con una victoria espectacular ante el serbio Djokjovic en un partido de más de tres horas, y ayer acababa con el reinado del suizo Roger Federer en Hamburgo, donde el número uno del mundo había ganado los cuatro últimos años, en un choque no menos espectacular que el de la víspera decidido por 7-5, 6-7 (3-7) y 6-3.

Tres semanas después de que Nadal amargase la existencia a Federer en la final de Montecarlo, el español se hizo con el último Masters Series sobre tierra antes de Roland Garros, el undécimo de su cuenta, para lograr el título 26 de su carrera y el tercero este año tras Montecarlo y Barcelona, vengándose de la derrota que sufrió aquí en 2007, cuando Federer cortó su racha de 81 victorias consecutivas en tierra.

El suizo, que no perdía en Hamburgo desde 2003, cuando el australiano Phillippousis le apeaba en tercera ronda, salía como favorito habida cuenta de que en la semifinal ante el italiano Seppi sólo estuvo en pista 79 minutos y de que llegaba a la final sin perder un solo set. Y el inicio del partido daba la razón a quienes habían apostado por él. El suizo, en un arranque espectacular, se colocó con 5-1 y dispuso de una bola de set que Rafa anuló, aunque el peligro aumentó cuando el español tuvo que recurrir al fisioterapeuta para que le trataran un dolor en la parte posterior del muslo derecho, fruto del cansancio del día antes.

Pero Nadal sacó la garra que le caracteriza y, alargando más los puntos y haciendo mover más a su rival, puso a Federer en entredicho. Salvó otro punto de set en el octavo juego y ganó siete consecutivos (7-5 y 1-0) ante la desesperación del helvético, que golpeó la red con su raqueta, gritó de impotencia y se vio acorralado.

Claro que Federer tiene clase a raudales, y tiró de ella para irse arriba y colocarse con 5-2 y saque para ganar esta manga. Pero al suizo le falta lo que le sobra al español, convicción. Y si falló para cerrar el primer set con su saque, también pecó de lo mismo en el segundo. Nadal le desesperó desde el fondo hasta el punto de que el público terminó reverenciándole. Igualó 5-5 y llegó a tener un 0-40 que no pudo concretar. Aun así, forzó el desempate. Un esfuerzo baldío, porque en este juego el suizo jugó con mayor habilidad para ganarlo 7-3.

El desgaste ya había hecho mella en ambos jugadores y entonces la fortaleza mental del español prevaleció. Nadal cobró ventaja (3-1) y ya no la dejó escapar. El último punto, colosal, rubricó el gran duelo de dos horas y 52 minutos. Nadal lograba su vigésimo sexto título y clavaba otro rejón, el décimo, en la espalda de Federer. Hamburgo compensó la desilusión de Roma.