Álvaro faes

Montecarlo (Mónaco)

enviado especial de

La nueva españa

El día no era malo para cometer un error, pues es el único que no trae consecuencias. Con gomas nuevas, Alonso iba desatado en su R28. No es lo mismo verse medio segundo superior al resto, como el año pasado, que en inferioridad. El piloto lo da todo, trata de poner de su parte lo que no da el monoplaza y las situaciones de riesgo se multiplican. Más todavía en Montecarlo, donde los coches circulan entre guardarraíles, en una jaula metálica sin escapatoria posible. Pasó la recta de meta, apuró la frenada en exceso? y el coche se fue de atrás. Suficiente para tocar en la protección y encender todas las alarmas. Alerón por los aires, bandera roja, y operarios a la pista para retirar el apéndice perdido en la inesperada maniobra.

Los tiempos de la sesión libre ponen a Alonso en séptimo lugar. Como siempre dice, donde le corresponde. Por detrás de las tres grandes, aunque esta vez con un intruso, el Williams de Nico Rosberg, y con un ausente, el BMW de Heidfeld, siempre hacia la mitad en la lista de tiempos.

Si antes de correr en Turquía Mark Webber (Red Bull) se convirtió en el hombre a batir para Fernando Alonso, parece que este fin de semana será Rosberg quien asuma el papel. Siempre obviando a los seis pilotos de los equipos punteros, ante quienes sólo cabe esperar errores o averías para superarlos. Los Williams rindieron a la perfección todo el día e incluso Rosberg se incrustó en la segunda plaza de la sesión vespertina. En realidad, la jornada de entrenamientos se convirtió en un bonito duelo entre Raikkonen y Hamilton. Cada uno tuvo una sesión, pero fue el inglés el que, por la tarde, paró el crono en un tiempo estratosférico, inalcanzable para pilotos con coches terrenales, como Fernando Alonso.

Tras su golpe en Santa Devota, el asturiano se las arregló como pudo para llevar el monoplaza hasta el garaje del equipo. Pararse en medio del circuito sería un retraso para el trabajo previsto. Sin alerón trasero se vio obligado a reducir la velocidad. Intentó no molestar a nadie y cubrió el resto de la vuelta hasta entrar en el pit lane. El incidente apenas le supuso perder tiempo. Pero su actitud levantó sospechas entre los comisarios, que requirieron su presencia. Los fantasmas de otros años aparecieron y el recuerdo de decisiones extrañas y sanciones inexplicables amenazó por momentos. «Han cambiado a los comisarios porque hacían cosas muy raras», dijo Alonso tras verse con ellos las caras.

Preguntaron al asturiano por qué no había detenido el coche en lugar de completar una vuelta sin alerón. «Estamos en Mónaco», les dijo. «No hay un trocito de hierba para aparcar y conduje con cuidado y sin poner a nadie en peligro». La explicación del ovetense convenció porque el asunto se archivó al instante.

Alonso disfrutará hoy de la jornada de descanso sin presiones, tan sólo pendiente de la sesión clasificatoria de mañana. Por una vez, incluso más importante que la carrera. Esto es Mónaco.