Montecarlo (Mónaco), Á. F.,

enviado especial de

LA NUEVA ESPAÑA

En Mónaco, además de pericia hay que tener suerte. Suerte para no estrellarse contra los guardarraíles, para que los frecuentes toques contra la protección no provoquen desperfectos y para rodar sin contratiempos en un circuito tan estrecho que apenas permite adelantamientos. Además, en las tandas de clasificación la aglomeración de vehículos puede impedir que los pilotos consigan un buen tiempo. Algo así le sucedió ayer al asturiano Javi Villa en la clasificación de la GP2. Los números le decían que tenía buen ritmo, se encontraba a gusto en el coche y pensaba que podría lograr una buena plaza en la parrilla. «Las cosas estaban para ponerme quinto o sexto, pero me resultó imposible conseguir una vuelta limpia». El tráfico mandó al asturiano al fondo de la parrilla y hoy saldrá desde el decimonoveno puesto, en busca de escalar a la desesperada hacia la zona de puntos. «Veintiséis coches son demasiados para un circuito tan estrecho», aventura. La amplia parrilla de la GP2 colapsó el ratonero trazado monegasco. La corta sesión de clasificación, media hora, hizo el resto. Villa siempre se encontró coches en su camino cuando parecía que iba a marcar un buen registro. Sólo en una ocasión pudo realizar una vuelta limpia y colocó el coche en la sexta posición. Pero no era el momento adecuado, poco después de iniciarse la sesión.

«Era demasiado pronto», admitió Villa, que también lamentó su suerte tras un cambio de neumáticos. «Lo hicimos pronto y lo que pasó después es que siempre me encontraba algún coche calentando sus ruedas que me obligaban a frenar». Ahora sólo le queda el consuelo de que el coche tiene buen ritmo. «La carrera es muy larga y habrá que tirar todo lo que se pueda para intentar llegar a los puntos», dice.

Pastor Maldonado logró la pole por delante de Bruno Senna, Conway y Vallés. El piloto valenciano ya había conseguido su mejor tiempo cuando sufrió un accidente sin consecuencias en Santa Devota, pero que obligó a parar la sesión durante un cuarto de hora, cuando sólo faltaban tres minutos para el final.