R esulta que el Málaga y Real Sociedad ganaron sus partidos fuera de casa y, como se dice ahora, duermen en ascenso a la espera de que el Sporting haga lo que tiene que tiene que hacer esta tarde en Vitoria. No hay más camino que la victoria. Igual da que ganen o pierdan los rivales: mientras el segundo de a bordo logre los tres puntos los demás, que bailen claqué. El Sporting, como siempre, no estará solo en la capital vasca, donde han tocado a rebato porque los locales se juegan la vida. O ganan o se van al pozo. O sea, lo de casi siempre, porque ya se sabía desde tiempo inmemorial que el logro no va a ser fácil.

La oferta sabatina de la TPA descubrió que ni Málaga, que llegaba a Sevilla después de haber sido vapuleado en casa por el Hércules, ni la Real del gran Badiola y el renacido Lillo hicieron sus mejores partidos. Los vascos pasaron bastantes más agobios que pasó el Sporting no hace tanto. Los canarios tuvieron oportunidades de gol antes de encajar el primero y después del empate. Cuando la Real marcó su segundo los caseros estaban, fieles a sí mismos, con el agua al cuello. El Málaga marcó un bello gol y se dejó dominar. Las conexiones televisivas desvelaban que Muñiz y los suyos aplicaron la experiencia frente a los novatos sevillistas que, además, se quedaron con diez por expulsión de Juanjo. El Málaga ya va con las fuerzas justas, pero se levanta cada vez que cae. El vapuleo de hace una semana ya está olvidado y el equipo vuelve a estar donde solía.

No fue la mejor tarde de sábado posible, pero el trago de Vitoria hay que pasarlo con victoria, como estaba escrito en el plan de viaje a Primera. Tras el empate en casa ante el Salamanca aparecieron nubes de dudas, pero la derrota en casa del Málaga dejó a los rojiblancos en la zona más alta que han alcanzado esta temporada. Hoy es uno de esos días en los que las cosas tienen que quedar claras para propios y ajenos. Para que los propios no flaqueen y los ajenos sepan con quién se la están jugando. La solidez del equipo en los viajes es el primer apoyo. El segundo, la angustia vitoriana. Manejar la situación será lo primero que habrá que exigir a un equipo que no pierde desde el lejano viaje a Málaga y que tiene un margen de maniobra escaso, pero superior al de sus dos rivales. Los que soñaban con meter al Málaga en la pelea ya lo han conseguido. Ahora sólo queda rematar con éxito las cuatro jornadas finales y consolidar un logro que se espera desde hace dos quinquenios. No fue la mejor tarde sabatina, incluida la derrota del filial en Noja, pero la dominical puede ser una de esas que merezca ser recordada.