Oviedo, Mario D. BRAÑA

Holanda, como casi siempre, huele a fútbol. Nada raro con apellidos en el campo como Sneijder, Van der Vaart, Babel, Van Nistelrooy, Roben o Van Persie. O con Van Basten en el banquillo. Y, sin embargo, a la hora de las apuestas, los expertos apuntan hacia otras selecciones menos vistosas. Es el peso de la historia, que pone en la sala de trofeos «naranja» un solitario gran trofeo. Aquella Eurocopa del 88, grabada a fuego con la impresionante volea de Van Basten.

Desde la década de los ochenta, los del gran Ajax, el fútbol holandés tiene denominación de origen. El que se asocia con el buen trato del balón y el ataque, a veces hasta la temeridad. Desde entonces se han sucedido las generaciones de estrellas mundiales que no trasladaban al equipo nacional los éxitos de sus clubes. En la memoria de todos quedaron los subcampeonatos mundiales de 1974 y 78, en gran medida por encontrarse en las finales con los anfitriones.

Más recientemente, Holanda se ha encontrado con la maldición de los penaltis. Y, además, sus verdugos fueron dos de las selecciones con las que ahora se jugará los cuartos en el grupo C, conocido como el de la muerte: con Francia, en 1996, y con Italia, en 2000. En ambos casos, Holanda fue muy superior futbolísticamente a sus renombrados rivales, pero no pasó del empate a cero y se lo tuvo que jugar al cara o cruz.

Especialmente cruel fue lo ocurrido en la Eurocopa que Holanda organizó conjuntamente con Bélgica en 2000. La selección dirigida por Frank Rijkaard parecía lanzada hacia el título, tras arrasar en su grupo y golear a Yugoslavia en cuartos de final por 6-1. Pero en semifinales se le atragantó Italia, en un partido marcado por los penaltis: falló dos durante los 90 minutos y completó el desastre en la tanda definitiva, en la que sólo marcó uno de los cinco.

En 2004, tras quedarse de nuevo a las puertas de una final, la Federación Holandesa recurrió a Van Basten para sustituir a Dick Advocaat. Genio y figura en el banquillo que no sirvió para cambiar la tendencia. Holanda tropezó con Portugal en los octavos de final del Mundial de 2006. Desde entonces, el ex delantero ha profundizado en la remodelación de un equipo que casi se ha quedado sin «vacas sagradas». El volcánico carácter de Van Basten ha chocado con futbolistas del renombre de Van Nistelrooy o Seedorf.

El delantero madridista estuvo castigado por sus críticas al seleccionador, que no contó con él desde el partido del Mundial con Portugal hasta un reciente amistoso contra Suiza. Otro histórico, Clarence Seedorf, se autodescartó después de aparecer en una lista provisional de 30 convocados para la Eurocopa. La justificación de Seedorf traslucía una crítica al técnico: «Desde que regresé a la selección no se han creado las condiciones adecuadas para rendir a mi mejor nivel».

Para Van Basten es la última oportunidad, al menos de momento, para torcer el destino de la selección holandesa, ya que tras la Eurocopa dirigirá al Ajax. Le sustituirá un desconocido Bert van Marwjik, actualmente en el Feyenoord. Tal vez entonces Seedorf y otros representantes de la vieja guardia vuelvan a tener su oportunidad.