Montecarlo (Mónaco),

Álvaro FAES,

enviado especial de

LA NUEVA ESPAÑA

Quería una carrera a la heróica y lo consiguió, pero sólo durante catorce vueltas. Fueron las que Fernando Alonso tuvo en vilo a sus seguidores, hasta que se estrelló contra Heidfeld en una maniobra un tanto precipitada que él mismo atribuyó a un error propio. No fue el peor parado del día porque entre los pilotos que luchan por el Campeonato, los hubo que se quedaron sin puntos, como Raikkonen. Es el consuelo que le queda al asturiano. Como no está en la pelea por el título, se puede permitir arriesgar un poco más de la cuenta. Si le llega a salir la carrera que había planeado, el aura de estrella del ovetense habría crecido todo lo que no lo ha hecho en lo que va de temporada. Es lo que tiene estar a expensas de los resultados. Pero ayer la suerte, y el punto de precipitación al intentar adelantar a Heidfeld, no estuvo en el lado de piloto de Renault. «Todo ha salido al revés», se lamentaba al final de la carrera.

Nunca llega a casa tan pronto como después de correr en Mónaco. Abandonó el circuito cuando la caravana estaba a medio recoger e inició un periplo de medios de transporte que le deberían poner en Suiza antes de que cayera la noche. Una lancha esperaba al piloto a pie de paddock para trasladarle hasta un helipuerto cercano. Desde allí, vuelo entre las nubes y parada en el aeropuerto, le aguardaba el avión que debía regresarle a casa. Tiempo para reflexionar y dar una y mil vueltas a una carrera que había escogido para resurgir como un gran campeón, como el piloto capaz de hacer grandes cosas con un coche inferior.

En la pista, hubo momentos en que iba ciego. Al terminar, le costaba recordar el genial adelantamiento a Webber, sólo dos vueltas ante de arruinarse la carrera contra Heidfeld, en un intento imposible en pleno Loews. «Me había tapado en la curva anterior y vi un poco de hueco en la siguiente, así que intenté adelantarle. Era un sitio por donde no se podía pasar, así que la culpa es mía, porque había una posibilidad entre un millón», asumió el ovetense.

Alonso sufre en Renault una temporada de recesión. Asume los objetivos a la baja que le imponen las circunstancias de su nuevo equipo y desoye los rumores que le sitúan lejos de la órbita de Flavio Briatore. «También en 2003 y 2004 necesitábamos cosas raras para hacer podios. Las cosas pueden cambiar de un año a otro, también entre carreras. Sólo hace falta que mejoremos, que demos otro salto como el de Barcelona y tengo esperanzas de que va a llegar, más pronto que tarde», aventuró.

Tras torcerse los planes de ayer, reconoce que se sintió «un poco decepcionado», más aún cuando le tocó aguantar en pista durante «las vueltas de la basura sabiendo que no había nada que hacer». En ningún momento pudo llevar a cabo su táctica prevista de una única parada. La idea, contando con una carrera en mojado, era llegar hasta la vuelta treinta en el primer relevo y cargarse después de gasolina para cubrir el resto del Gran Premio. «No me hubiese servido de mucho porque tendría que haber parado de todas formas a poner ruedas de seco, pero hubiese estado en los puntos sin problemas, entre los cuatro o cinco primeros». En Mónaco se vivió una carrera de mucho desgaste para los pilotos y para los equipos, con cambios continuos en la estrategia de carrera. «Después de esto estamos preparados para lo que venga», explica sobre las especiales condiciones del Gran Premio de Mónaco. «Se hace raro no poder acelerar a tope en ningún momento de la vuelta».

Sin control de tracción ni ayudas electrónicas, los pilotos tuvieron que acostumbrarse a un pilotaje distinto en el agua. En algunas zonas del circuito sufrían especialmente para mantenerse en el asfalto. «Donde más se iba el coche era en la chicane del puerto. Vienes del túnel, que está seco y cuando sales hay muchos problemas», explicó el asturiano.