Más que preguntar a los ingenieros los pilotos pedían informes a los meteorólogos, más que encomendarse a la potencia de los motores se rendían al dios de la lluvia que lloraba sobre Montecarlo. A las 14.05 lluvia extrema, avisa un cartelito. Y llueve, vaya si llueve. Pero ya antes de la salida Alonso había ganado una plaza al calarse el McLaren de Kovalainen. Y sigue lloviendo. El asturiano «caza» a Rosberg en la salida. Quinto. Había pedido lluvia para sacar premio de la ruleta y allí que la tenía. Hamilton se deja una rueda en los raíles. Cuarto. Entre valiente y temerario, el asturiano ve la posibilidad de lograr el quincuagésimo podio de su carrera. Y se fue a por Heidfeld en plena curva de Loews. Donde apenas pasa un coche quiso que entraran dosÉ

La lluvia no sólo nubla la visión, a veces también las ideas. A Alonso le pudo el carácter, el inconformismo que le dio dos títulos, y cambió una cuarta plaza por nada porque un cuarto tampoco es nada para un bicampeón. Pero un cuarto puesto era gloria bendita para Adrian Sutil. Dice el diccionario de la Real en su primera acepción que sutil es alguien delicado, y en la segunda habla de persona perspicaz e ingeniosa. Lo malo para Sutil fue tener tras de sí a un Kimi Raikkonen desaforado, nada delicado ni ingenioso. El finlandés emburrió con todas las de la ley al alemán y le arruinó la carrera de su vida. Sutil lloraba sin consuelo mientras las calles de Montecarlo se secaban. Las últimas previsiones de lluvia no se cumplieron y los meteorólogos de Renault y Toyota sumaban un nuevo desatino. Briatore promete nuevas mejoras para dentro de un par de carreras. Tendremos que seguir confiando en su palabra. No queda otra más que esperar. Y en Asturias que no deja de llover. Sin sutilezas.