El Oviedo afronta el próximo domingo uno de los partidos más importantes de los últimos tiempos. Se juega el quedarse una temporada más en Tercera División, lo que significaría casi el echar la persiana, o tener otra oportunidad para ascender a Segunda B. Son noventa minutos a cara de perro y en el que la afición, siempre la sufrida afición azul, va a tener que echar más de una mano.

Una vez que el elemento distorsionante se ha alejado del banquillo oviedista, nos referimos al técnico Paco Carrasco, no hay excusas para que los jugadores pueden sacar todo lo que tienen dentro y ofrecer una alegría a su fiel parroquia.

Ayer Carrasco bajó a El Requexón a despedirse de los que fueron sus jugadores hasta horas antes. Fue una despedida fría, sin apenas palabras. Algo lógico ya que muchos jugadores no creían en él, ni en sus planteamientos. Más de uno respiró cuando el consejo de administración decidió echarlo, aunque esperemos que la decisión no haya sido demasiada tardía, pero vale más tarde que nunca.

Carrasco bajó a las instalaciones oviedistas acompañado por la Policía ya que había recibido amenazas tanto en su casa, como por teléfono. Que no se esté de acuerdo en el terreno deportivo no quiere decir que se pase al terreno personal y mucho menos con amenazas. El fútbol es un deporte, no una guerra.

Se puede estar en disconformidad con el ex técnico oviedista, pero siempre en el terreno deportivo. Su vida, fuera del fútbol, es cosa sólo de él. Y lo mejor para todos será olvidarse lo antes posible de su paso, nefasto, por el Oviedo. El club está por encima de técnicos y jugadores.

Ahora sólo queda por parte de la plantilla apoyar a Fermín, un hombre de la casa y con experiencia más que suficiente en fases de ascenso. Sabe lo que se tiene entre manos y tiene el respaldo de los jugadores. No va a realizar revoluciones, se lo dejó bien claro a los suyos en su primera toma de contacto como máximo responsable del equipo, va a ser coherente y fiel a sus ideas, no habrá revoluciones, tan sólo sentido común, algo que faltó en la etapa anterior.

Es ahora cuando los jugadores de casa, aquellos que han crecido desde las categorías inferiores del club y saben lo que representa en esta ciudad, los que deben tirar del carro. Son ellos los que deben convencer a sus compañeros de que Oviedo se merece un equipo en divisiones superiores y que en su mano está. No caben vacilaciones, ni titubeos. El Caravaca, otro equipo de Tercera como el oviedista, no lo va a poner fácil ni mucho menos, pero ya tiene una experiencia negativa de la pasada temporada cuando también se fue con una buena renta a tierras canarias y quedaron eliminados. Eso les debe pesar mucho a más de uno y de ello se deben aprovechar los azules.

El Carlos Tartiere será el domingo una olla a presión a punto de reventar. Tanto el consejo de administración como el cuerpo técnico, los jugadores y la afición saben lo que se juegan en el envite. Seguir una temporada más en los barrizales de Tercera o estar en la categoría de bronce del fútbol español. Es una jornada para que todos remen en la misma dirección y que nadie baje los brazos antes de tiempo.

Los noventa minutos en el municipal ovetense deben ser muy largos para los jugadores caravaqueños. Hasta el rabo, todo es toro y por ello no habrá nada imposible hasta que el árbitro, que esperemos imparta justicia por igual, pite el final del encuentro. Confiemos que ese momento sea de alegría para una afición que piensa volcarse con los suyos.