Oviedo, Álvaro FAES

En la precaria tienda del campo III, Martín Ramos y Joëlle Brupbacher se despidieron de Jorge Egocheaga. «Suerte, amigo». Ellos se quedaban porque sabían que no podrían con el ritmo del asturiano. Famoso en el mundillo montañero por sus ascensiones relámpago, el médico ignoró el campo IV y se lanzó a por la cumbre. Hacía días que el tiempo era infernal, pero un leve claro en el cielo terminó de animarle. Alcanzó la cima a las 7.30 del pasado domingo. Tres horas después se reunía con sus compañeros de aventura. «Voy a recuperar fuerzas unos días y luego me quedo aquí para echarles una mano a Martín y a Joëlle, que lo van a intentar». Sabiendo del carácter de Egocheaga, es muy posible que trate de nuevo de domar al coloso del Karakorum. Y será solamente por apoyar a sus amigos, por enseñarles las trampas del cuello de botella final y que puedan sentir lo mismo que él cuando se sentó arriba de la segunda montaña del mundo y anotó el décimo «ochomil» en su hoja de ruta particular.

Egocheaga atacó el K-2 por la cara sur, por la ruta del Espolón de los Abruzzos. Fue la misma que escogió hace un año, cuando tuvo que desistir en el último momento porque no lo vio claro ante una tormenta que lo obligó a regresar. Sólo unos días después, en el mismo lugar, un alud se llevaba la vida de once expedicionarios con peor suerte que el ovetense. Y es que el K-2 también es conocido como la montaña salvaje. «No tenía material, iba con lo puesto y llevaba 20 horas sin parar desde el campo base. Miré al serac (bloque grande de hielo fragmentado) y no lo vi claro. Regresé porque la cima siempre estará ahí», explicó ayer Egocheaga a sus allegados cuando relataba los pormenores de una ascensión que, esta vez, sí terminó con éxito.

La vía del Espolón de los Abruzzos comienza a 5.400 metros y continúa por una sucesión de sectores de roca, nieve y de hielo, además de lugares de gran dificultad técnica, como la llamada Pirámide Negra, tras la que hay una serie de pendientes complejas y muy expuestas.

Hace un año, Egocheaga tuvo que dar la vuelta al llegar al cuello de botella, el último obstáculo antes de coronar. Es un corredor que obliga a los escaladores a acercarse a una pared de seracs que forman un precipicio de hielo al este de la cima. La caída de uno de estos seracs en el año 2001 imposibilitó el acceso a la cumbre durante dos años.

La consecución del décimo «ochomil» le ha tomado a Egocheaga poco más de un año, desde que el 6 de julio de 2008, también junto al zamorano Martín Ramos, hollase el Gasherbrum II. A pesar del escaso tiempo transcurrido, el médico y montañero ovetense ya ha tenido ocasión de intentar coronar dos colosos de más de 8.000 metros. Uno de ellos fue su primer ataque al K-2, frustrado por la climatología, y el otro, el pasado 18 de mayo, cuando una bronquitis le dejó fuera de combate a 7.700 metros de altura en el Kanchenjunga. Entonces, y contra su costumbre, formaba parte de una expedición de cierto tamaño, la que capitaneaba Edurne Pasabán bajo el sello de «Al filo de lo imposible». De allí salió al menos ya aclimatado a la altura, lo que pudo ayudarle a acceder el pasado domingo al K-2 con menos tiempo de aclimatación.