Oviedo, Álvaro FAES

Hacía muchas carreras que Jenson Button era el señalado para ganar el campeonato número 60 en la historia de la Fórmula 1. El molde con su nombre estaba listo para grabarlo en el trofeo pero el inglés y su imparable Brawn del inicio del año ya no tenían esa velocidad de crucero imposible de seguir. Lo mejor para él era que la única alternativa estaba en casa (Barrichello) porque los Red Bull de Vettel y Webber se habían enredado en un desfallecimiento incomprensible varias carreras atrás, cuando sí que habían tenido chances para discutir quién se calaba la corona. Y Barrichello, con todas las papeletas para salir del equipo, no era precisamente el preferido en el garaje para estrenar el palmarés de la escudería de Ross Brawn. El descomunal sprint del arranque -seis victorias en siete carreras- dio margen de sobra a Button para entrar en meta al trote. Ganó Webber en Interlagos pero el foco estaba en el quinto coche del pelotón, el del nuevo campeón del Mundo, que hace el número 31 en la historia de la Fórmula 1 y también da a Brawn GP el título de constructores.

A los 29 años y en su décima temporada en el Circo, a Button le ha bastado con ir sumando poco a poco, sin excesos. Como la hormiga, trabajó cuando el resto se divertía para llenar la despensa de víveres que luego supo administrar al llegar tiempos peores. Desde que Button ganó en Turquía -hace nueve carreras- sólo se subió al podio en Monza. Allí fue segundo tras Barrichello, en un doblete que recordaba a los que firmaban sin despeinarse al principio de la temporada. Aun así, el hijo de John Button, que fue un discreto piloto de rallyes en Inglaterra, sintió en Brasil el vértigo de verse junto al abismo cuando se encontró hundido en la parrilla de salida (14.º) y divisaba a Barrichello encaramado en la pole.

El que fue el niño mimado de la prensa inglesa, desplazado e incluso ignorado cuando pasaron los años y las victorias no llegaban, aparcó sus inseguridades y decidió que la fiesta tenía que ser brasileña. En la pista se vio a un Button desconocido, desmelenado y totalmente opuesto al piloto conservador de los últimos meses. Podría haberse dejado ir y llegar a Abu Dhabi todavía con algo de colchón. Pero no quería jugársela a una carta y disputó su carrera más agresiva del campeonato.

En pista, Button adelantó a Grosjean y Nakajima en las primeras vueltas y más tarde a Kobayashi y a Buemi. Eso, y el rosario de abandonos por la escabechina de la primera vuelta, le colocaron en posiciones seguras. A la vez, Barrichello se había hundido después del primer repostaje y su coche no tenía nada que ver con la prestancia que se le supone a un tipo que sale desde la pole. Rubens quería ganar en casa. Sabía que prolongar la pelea por el título era difícil pero la victoria era el único camino para seguir respirando.

Para salir al frente del grupo se hipotecó con un coche muy ligero. Rodó bien en su primer relevo pero cuando regresó tras visitar a los mecánicos el Brawn dejó de correr. Sus tiempos eran malos, muy lejanos a los de Webber y Kubica, que mandaban si problemas. Para colmo, ya al final, Hamilton le sacó del podio con un adelantamiento muy arriesgado. Se llegaron a tocar, apenas se rozaron, pero fue suficiente para pinchar una de las ruedas del brasileño. Tuvo que pasar por el garaje y terminó octavo, triste posición para uno que salía desde la pole.

Fernando Alonso pudo seguir la carrera con detalle por televisión. No duró ni una vuelta en la pista. Sin comerlo ni beberlo, cuando buscaba su lugar en medio del pelotón, le arrasó un proyectil. Era lo que quedaba del coche de Sutil después del trompazo que se dio con Trulli. Había salido dando tumbos por la hierba tras estamparse contra el muro y en su alocada carrera hacia el estrelladero se llevó por delante al asturiano, que dio adiós a su intención de sumar algún punto.