Gijón, Mario D. BRAÑA

En dos participaciones olímpicas Sara Moro se hizo con otros tantos diplomas, dos quintos puestos que suponen mucho más de lo que dicen los números. Porque la gimnasia es un emblema de los Juegos y un deporte universal, practicado a altísimo nivel en multitud de países. Si hubiese una tabla de compensación, un diploma en gimnasia sería tanto o más que una medalla en otras disciplinas. Y no hace falta señalar. El mérito de Sara es aún mayor por haber contribuido decisivamente al momento cumbre de la gimnasia española. Nunca antes había llegado tan alto en el concurso por equipos, ni lo ha hecho después de Atenas-2004.

Como en la gimnasia, especialmente en la femenina, todo va muy deprisa, Sara Moro ya era una profesional con 13 años y una jubilada con 20. En 1997 dejó su casa de Gijón para ingresar en la concentración permanente de la Federación Española en Madrid. Allí tuvo la suerte de encontrarse con un entrenador, Jesús Carballo, que fue como su segundo padre, y un puñado de compañeras con las que durante siete años convivió más que con su familia. Todo por un sueño olímpico, que pudo vivir hasta dos veces.

Cuando meses antes de Sydney contribuyó a la clasificación del equipo español, Moro empezó a sentirse olímpica. Y lo fue, pero con algún sobresalto, como cuando se rompió un dedo de un pie. Pero Sara apretó los dientes y aportó su calidad para el primer diploma de la gimnasia española. Un quinto puesto que les supo a poco: «Podríamos haber conseguido la medalla de bronce, pero las jueces no quisieron. Cómo sería que el primer día se despistaron y ganamos a Estados Unidos. En la final, pese a que lo bordamos, nos dieron notas bajísimas, y a ellas, muy altas».

«Hay que cerrar los ojos y no mirar las notas», ésa fue la táctica de las gimnastas españolas en Sydney, donde todo lo demás estuvo bien para Sara: «La adrenalina nos salía por los ojos al entrar en el pabellón, sobre todo, en la final. Estaba a reventar. Y en Australia el equipo español era muy querido. Nos apoyaron muchísimo».

En el concurso individual Sara Moro fue vigésima primera, condicionada en este caso por la lesión. «En buenas condiciones hubiera podido estar cerca del diploma». En cualquier caso, hubo un antes y un después de Sydney para la gimnasia española: «Nos abrió puertas, y los demás países ya nos tuvieron más en cuenta». Sara llegó a 2004 como líder del equipo, pero castigada por las lesiones, sobre todo, una hernia discal que la obligó a pasar por el quirófano y centrarse en asimétricas y barra: «Era un equipo muy joven, y no esperábamos quedar quintas, pero competimos muy bien».

Aunque, como en Sydney, no pudo participar en la ceremonia de inauguración, Moro disfrutó cada momento de aquellos Juegos, «porque sabía que era la despedida», y tiene grabados sus últimos movimientos: «Estaba en el ejercicio de barra y no quería que se acabara. Fue el minuto y medio más corto de mi vida». Desde entonces Sara se volcó en acabar la carrera de Fisioterapia y sólo volvió a tener contacto con la gimnasia entrenando en el Grupo. Una experiencia corta y poco gratificante. Hasta el punto de que le gustaría volver a sentirse miembro de la familia olímpica «de lo que sea, hasta de barrendera», pero no como entrenadora.

Sara Moro de Faes

Nació en Guadalajara (México) el 11 de mayo de 1984. Desde los 2 años vive en Gijón, donde empezó a practicar gimnasia en el Grupo Covadonga, entrenada por Amparo Abejón. Con 13 años se trasladó a la concentración permanente de la Federación Española en Madrid. En 2000 se proclamó campeona de España, séptima en el Europeo y décima en el Mundial. En Sydney, diploma por equipos (quinta) y 21.ª en el concurso individual. En 2001, oro individual y por equipos en los Juegos Mediterráneos. En 2003, quinta por equipos en el Mundial. En 2004, diploma por equipos (quinta) en los Juegos Olímpicos de Atenas, tras los que se retiró. Actualmente trabaja como fisioterapeuta en Gijón.